Monday, January 18, 2016

The Shame

Por Ignacio T. Granados Herrera

El Centro Cultural Español de Miami (CEE) está circulando las invitaciones para un próximo encuentro entre Leonardo Padura y Jorge Perugorría; ya antes fue muy promovida la exitosa puesta en escena de Antigonón, por el grupo de teatro cubano  El público. No hay en todo este movimiento nada que provenga del arte independiente cubano, todo lo que se presenta está financiado por el gobierno cubano; es decir, está claro que se trata de una campaña muy coordinada de exportación de la cultura oficial cubana. Curiosamente, el éxito del grupo El público se da en el mismo lugar en el que el movimiento teatral apenas sobrevive por su precaria circunstancia; por lo que todo parece mejor coordinado aún, en este marco de acercamiento entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos. Pareciera inusitado que algo tan banal como la programación de teatro y un conversatorio tengan tales alcances políticos; pero para los que conocemos la realidad cubana eso no es extraño, y es por tanto lógico que levante suspicacias. 

En verdad, cualquier suceso de la cultura local pasa en Miami sin penas ni gloria, ignorado por la prensa local; que sin embargo, acta con total normalidad, incluso pareciendo espontánea, con todo lo que viene de Cuba. Es apenas normal la sospecha de que se trata de orientaciones venidas desde arriba, una noción que al norteamericano común debe parecerle absurda; pero no a quienes crecieron en Cuba, donde la inmovilidad es el estado natural del país, pues todo el mundo debe esperar a que las orientaciones lluevan desde arriba; incluso esos de arriba, que siempre tienen a otros más arriba y de los que dependen, en esa aberración corporativista del estado medieval cubano. Esa realidad es amarga, pero es también inevitable, y es sobre todo culpa de una ciudad que se deja hacer todo lo que le dé la gana al macho abusador; porque aunque es evidente la movida de campaña publicitaria, masiva incluso, pero que sólo es posible sobre el vacío y la inconsistencia de una identidad local.

En principio, el acercamiento entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos parecía un buen augurio para la realidad local; era un saneamiento de la cultura política en que ambos países se relacionaron tradicionalmente, culpándose mutuamente por el desastre nacional cubano. El movimiento sin dudas es todavía de buen augurio, pero para la cultura política estadounidense, que se ha desembarazado del gólem de la oposición al comunismo; pero no para esa realidad intermedia de un exilio que ha ido derivando imperceptiblemente en mera migración económica, con su consiguiente pérdida de identidad. Tampoco eso es culpa de más nadie que del propio exilio, que se dejó corromper en la manipulación de un discurso; haciéndose así una entidad equivalente al gobierno cubano, sólo que sin su consistencia, sin su formación sistemática de generaciones y sin su cultura propia. Es decir, el exilio persistió en comportarse como la imagen del gobierno del que huía, lo que es una aberración; de ahí la distorsión de esta realidad, en que el exilio ha sido incapaz de crear una fuerza cultural propia. 

Ese es el vacío sobre el que se ha expandido de forma natural la agresividad también natural de la cultura cubana; que sin darle un chance al mundo extra oficial, acapara todas las posibilidades, con todo y lo que eso implica. Obvio que eso es una movida sucia del gobierno cubano, pero eso es lo natural en el mismo, de ahí la razón del exilio; sin embargo, esa misma suciedad se traduciría en la inconsistencia con que ese mismo exilio ha permitido el secuestro de su expresión cultural; y que perpetuando la cultura de confrontación no ha permitido el desarrollo natural de una cultura local. Desgraciadamente, este es el curso abierto por el goteo constante de quien no ha tenido lo suficiente para crear algo aquí cortando sus lazos con el oficialismo cubano; y que es una ambigüedad mucho mayor que el esfuerzo genuino por romper el control oficialista con el empoderamiento de individuos claves, que al final resultan igual de ambiguos e inconsistentes en su egoísmo. Lo que es una pena es que la gente se conforme con tan poco como un par de aplausos que le permitan seguir alimentando su vanidad; también que toda una población permita que semejantes personajes sean los que lo representen, explicando su propio fracaso existencial

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