De las vocaciones
Por Fra. Erasmo de la Cruz, OFMP
—Así
que tenemos una vocación…
—¿Qué
tiene de extraño?
—A
estas alturas…
—Ja,
pareciera que es su propia fe la que faya
—No,
soy realista (pausa) y sé que es extraño tener vocaciones a estas alturas
—Extraño
es lo que estás diciendo, las vocaciones están creciendo en el mundo
—¿En
las ciudades grandes, donde las tradiciones están bajo
cuestionamiento constante, el mundo es heterodoxo y no acepta dogmas?
—Eso es cierto, no había pensado en ese aspecto…
pero aun así toda vocación es creíble, al menos en principio
—Si…. Es cierto, ¿quién es el guía?
—Yo…
—Jajá! ¿Y todavía crees que es confiable? ¿Lo eres
tú?
—Aún estoy en la orden…
—Ni tú mismo sabes por qué o por cuanto más
—Es cierto, y este muchacho es un poco como yo
—Entonces… crees que la gente no se da cuenta, la
Iglesia no es este convento, ni esta orden siquiera es este convento; tú estás
aquí en una especie de retiro dorado, ya ni das clases y estás a resguardo de
cualquier problema, incluso económico
—Pero…
—Déjame terminar… no es justo, a ti al menos te
conocemos, eres un caso de vocación fallida que podemos tolerar y con la que
podemos convivir… pero él, si empieza así, crees que podemos soportar esa
incógnita, en qué va a parar si empieza donde tú terminas
—Yo lo apoyo
—¿Y a ti, quién te apoya a ti?
—Dios
—¿Qué Dios, esa cosa abstracta que tú crees que es
lo que significa el concepto de Dios? ¿no crees que esa contradicción es muy
fuerte?
—Yo creo en Dios, simplemente no tengo claro en qué
consiste
—Ese no es el problema…
—Yo no soy el problema
—Tú no eras el problema, pero si no piensas en las
consecuencias de tu genialidad eres al menos un peligro para la comunidad… y
eso es un problema
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