Tuesday, March 19, 2019

El extraño caso de Billy Elliot


Billy Eliot no pasa de ser un magnífico cliché, estupendamente realizado en su pretensión de biopic; lo que no es importante, porque en definitiva es una ficción absoluta, con una dramaturgia perfecta. Lo que le hace interesante es su devenir como ficción, que corre el camino inverso a la forma tradicional; en que una novela inspira un filme y quizás una obra de teatro, todo con más o menos suerte. En este caso, la ficción surge como un guión original de cine, por cuyo éxito es que se realiza una obra de teatro musical; después aún del éxito de esa obra, es que se plantea la realización de una novela, como un éxito casi seguro.

El caso de Billy Elliot es extraño porque descubre la naturaleza económica y empresarial del arte, a lo largo de todas sus formas; que es valioso y legítimo, porque va a contra pelo de la exaltación espiritual con que se ha distorsionado al arte. La contradicción proviene de los mismos artistas, que como clase se niegan a la propia evolución de la cultura; en el sentido de que asumen al arte como una función inamovible, que además se asume como dada en eses sentido espiritual en su subjetividad. La respectiva justificación y negación de esto llena tomos y salones de congresos interminables, nadie hurga en la razón; que ha de ser económica y política, puesto que se trata de arte, que es un fenómeno cultural, y la cultura es una estructura político económica.

Es de esta naturaleza política económica de la cultura que se desprende una razón de ese tipo en la contradicción alrededor del arte; que envuelve además a los curadores, como clase que se ha subordinado el trabajo de los artistas. Eso es además congruente con el desarrollo del capitalismo, que ha pasado de industrial a corporativo; determinando las relaciones políticas y económicas en el autoritarismo de una burocracia administrativa, relativa en arte al trabajo de curaduría; que así generaría una clase parasitaria, que consigue subordinarse la producción de arte, con la administración de los recursos artísticos. Estos recursos serían los dividendos, que típicos del capitalismo corporativo no son necesariamente materiales; sino que consistirían mayormente en intangibles, como el prestigio personal y la sensación de éxito.

Eso sería lo que explique propuestas estrambóticas en su extremo subjetivismo, como la serie del Dedo de Wei Wei; que se extiende en aberraciones como la del arte como producto final sería siempre legítimo, independiente de la estructura que lo produzca; pero siempre que responda a los valores formales que le son propios, así como a su propio sentido transaccional. Eso sería lo que se cumpla en un filme como Billy Elliot, una ficción que recorre los diversos. Eso sería lo que se cumpla en un filme como Billy Elliot, una ficción que recorre los diversos géneros por decisión empresarial; que sin embargo no contradice sus propios valores formales en tanto producto, en las formas más convencionales del cine.

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