Monday, March 25, 2019

Tarde, en el centro, con Alfredo Triff

Sólo Dios y Aristóteles deben conocer el oscuro engarce entre la música y la enseñanza de filosofía; pero cualquiera que sea el secreto, Miami se lo gasta como un medallón descascarado de una vieja dama de la Habana. Se trata de Alfredo Triff, un hombre finísimo y culto, que ejerce el magisterio doble de la música y la filosofía; y que como todo lo mejor de la ciudad, ocurre con un bajo perfil, muy a pesar de su comprobada popularidad y simpatía. Hay de hecho un gesto medio ingenuo o muy joven, de marcada modestia pero también seguridad, ante los aplausos; quizás porque sabe que los que van a verlo es porque lo conocen, saben a lo que van y él se los confirma dispendioso

Esta vez se trató de un disco, Midtrance, que presentó con un recital bajo el mismo nombre; quien lo conoce sabe de un fenómeno anterior, con el nombre esclarecedor de Dadason, y muchas otras cosas anteriores y paralelas. Alguien en el salón recordó que en el 2019 se cumple el centenario del movimiento Dadá, que el músico reverencia sin pudor; en realidad el movimiento surge en el 1916 y no en el 19, pero eso poco importa ante la dimensión de los ecos. Se trata en todo caso de resonancias, que son también los temas suyos, el tratamiento de objetos ajenos; una suerte de piezas (a la manera de… ) que hacen de él un manierista, no como estilo sino como propiedad del objeto mismo. 

Es difícil reseñar el disco desde el recital, porque la naturaleza de este último es ligera y humorística; de hecho incluyó números ajenos al disco y propios de la trayectoria del artista, que si bien lo explican también lo difuminan un poco. En el recital estuvo acompañado de la actriz Rosie Inguanzo, que es su compañera y el mejor partenaire que le puede deparar el mundo; con un ejemplo como una rosa en el penúltimo número, que recrea la música incidental de las radionovelas bajo el canon de Sara Bernard. No es que estuviera mal la variación humorística y ligera, sino que es una comedida invitación y no regala el disco; se trata de un hombre demasiado elegante —como una taza de té con arabescos dorados— para suplicar la contribución, prefiere la dignidad de vender su producto.

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