Tuesday, May 11, 2021

Acerca del White Marxism y el Black Jacobinism

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 Un error típico al momento de entender los problemas políticos, es el de reducirlos a sus principios funcionales; es decir, plantearlos en abstracto, sin tener en cuenta las peculiaridades funcionales que lo estructuran. Así, un caso de increíble ingenuidad política es el del Black Jacobin, tratando de superar los problemas del llamado white Marxism; es decir, un llamado a las élites marxistas, para que reconozcan los problemas de identidad de los negros en ese ámbito político.

Sin embargo, más que esta resalta la otra ingenuidad, que reconoce tácitamente la existencia de dichas élites; reduciendo el problema a uno de cuotas de representación, antes que de participación efectiva y natural. El problema está en que para que esa integración efectiva, tendría primero que todo ser natural y espontánea; no porque los marxistas no estén afectados por los problemas de racismo, sino porque podrían superarlos en la naturaleza misma de su trabajo.

Ese es el objeto de la interseccionalidad, que introduce el tema de la identidad, no sólo racial sino en todos sus sentidos; que es además como debe ser, a menos que se trate de la raza como una especialidad, que es la base misma del problema racial. Además de eso, el esfuerzo es todavía ingenuo, si es que —permítase la duda— auténtico de hecho, más allá de su interés teórico; ya que si a estas alturas de la apoteosis del Marxismo como referente político, tiene ese tipo de problema, siquiera teóricamente, algo anda muy mal a su interior.

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La pertinencia de este problema quiere decir que los negros, como toda minoría identitaria, han sido usados; algo que nace desde el chantaje moral con que el Surrealismo condicionó su legitimidad, desde el segundo manifiesto. Ese es el problema que subyace aquí, y es insuperable porque es de naturaleza, determinando todo desarrollo posterior; haciendo que a los negros —como a toda otra minoría identitaria— les sea imposible reclamar efectivamente ese reconocimiento, sin poner en peligro su propia legitimidad.

El problema es de naturaleza, porque las alianzas son siempre estratégicas en lo político, y basadas en la fuerza; no en el uso y subordinación de una parte por la otra, sino en el reconocimiento de una comunidad de intereses. Por eso, la esencia del problema permanece en que un White marxism tenga esa potestad de reconocerlo o no; y de que aún tenga la posibilidad de seguir sin reconocerlo, aunque sea como la más torpe de sus decisiones; porque se trata de una exclusión hasta por principios, en que la parte negra sigue siendo subordinada, en ese bucle hermenéutico tan típico del Marxismo que no lo puede reconocer.

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La negritud nace como fenómeno en la exaltación intelectual de la izquierda europea, más francesa aún que racional; y desde entonces no le ha permitido el desarrollo de su propia singularidad, reduciéndola a su mera fuerza de choque. La prueba está en el mismo caso cubano, como un desarrollo peculiar de ese White marxism, que usa lo negro como fuerza de choque; pero manteniendo a sus intelectuales negros al margen de estos esfuerzos de influir en el fenómeno negro norteamericano; a menos que sea como aquella curiosidad antropológica que deslumbrara a los surrealistas, y que los negros han pagado tan cara.

Eso se entiende, porque lo que le interesa al estado cubano es su propio diferendo con los Estados Unidos; y es hasta lógico que usen todos los recursos a su alcance con tal fin, porque en eso consiste la política. Pero sí es increíble que los negros norteamericanos mantengan esa relación tan dispar, de la que nada sacan; y esa utilidad es la que los subordina a esos intereses, de un estado mayoritariamente blanco y cuya población negra padece una depauperación especial.

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White marxism
es insistir en esa sublimación, que sólo reconoce los problemas en tanto teóricos y moralmente acordes; porque esa ha sido la característica desde que corrompió la esencia de su misma cultura, al tratar de atajar la depauperación de su imperio con el cristianismo. 
Desde entonces y hasta su última manifestación en el Marxismo, es esa supremacía la que está detrás de todo conflicto; pero una supremacía que no es sólo racial (White) sino sobre todo intelectual y arrogante en ese suprematismo.

Sólo una acción de fuerza, en que lo negro asuma su perfecta singularidad identitaria —más allá del colorismo formal— podrá negociar efectivamente; porque con esto demostraría que no depende de una legitimación política fuera de su propia realidad, con un gesto de suficiencia. Pero para eso los negros tendrían que buscar en sí mismos esas referencias, y poder existir al margen de los blanco —incluso si marxista— con suficiencia; algo que ya ha comenzado a desarrollarse, aunque los movimientos tenues de un pensamiento original que no teme a los estigmas de renunciar al Marxismo.

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