Thursday, November 20, 2025

El emanacionismo como intuición originaria de la morfodinámica - II

Allí donde la ciencia moderna ve superstición, hay entonces en verdad una intuición sobre la estructura de lo real; y lo que hoy llamamos morfodinámica no la contradice, sino que la explica como descripción de la natura naturans en su despliegue. Hay corrientes, autores y momentos que tocan aspectos parciales —algunos muy cercanos en espíritu— de esto; pero no existe una formulación que lo reúna de modo exacto y suficiente, como conciliación epistemológica.  

En general, se trata de la continuidad de lo físico como formal, y la repotenciación de esa formalidad en la cultura; no de forma gratuita, sino por la función axial de la cultura, en tanto mecanismo de reflexión, relativo a la forma. De ahí la reinterpretación de la cultura como fase generativa de la forma, y la interpretación no-metafísica de la natura naturans; en ese proceso que es morfodinámico, entendido como prolongación de la termodinámica en este carácter formal.  

Como síntesis es relativamente inédita, con esos paralelos aproximados en el mismo Spinoza del que parte; pero teniendo en cuenta que en Spinoza —ni en el Spinozismo— hay este origen físico de la termodinámica. Tampoco hay en el Spinozismo los distintos niveles de forma, ni la transición reflectiva de lo físico a lo cultural; como mismo la sustancia es inmutable y no morfodinámica en esas tradiciones, estableciendo las diferencias.  

Esto también recuerda al Elán y la durée de Bergson, como continuidad creativa de la forma en una naturaleza; pero Bergson biologiza el impulso, no articula los niveles de la forma como epifenoménicosni la integra como energía. De hecho, esto tendría el tono pero sin asumir el aparato conceptual de Bergson, apuntándolo también como intuición; porque Bergson no se plantea a la cultura como una organización energética, que es la función propia de la forma.  

Otra referencia sería la auto-organización —en la termodinámica del caos— de Ilya Prigogine y Grégoire Nicolis; que muestra cómo los sistemas físicos generan orden a partir del desorden, pero sin llegar a este alcance ontológico. De hecho, ni Prigongine  ni Nicolis plantean a la forma como el agente de formalidad de Spinoza que aquí se reconoce; ni tampoco articulan esa transición de la naturaleza física a la cultura, porque son físicos en el sentido positivista.  

Otra referencia aún sería el francés —como Bergson— Gilbert Simondon, con su teoría de la individuación; que plantea a la forma como proceso antes que como condición, e introduce conceptos novedosos como el de metaestabilidad. Sin embargo, Simodon tampoco vincula directamente a la termodinámica y la cultura como morfodinámica; lo que se debe a que no reconoce la función axial, que es lo que establece a la cultura como naturaleza en su suficiencia; y por tanto no postula la repotencia de la forma, en el traspaso de la naturaleza física a la cultural por su existencialidad.   

Aún, esto se acerca a los conceptos de diferenciación y virtualidad de Gilles Deleuze, en el despliegue de la forma; pero en él el proceso es abstracto, de hecho anti físico como seudo idealista, y carece del origen energético; por lo que a mediano alcance ignora también la transición de lo física a la cultural, quedando en lo simbólico. Por su parte, la Naturphilosophie de Friedrich Schelling plantea una naturaleza que se eleva hasta el espíritu; pero no hay termodinámica, no hay formalización de fases, es demasiado metafísico y no aborda la redundancia como  mecanismo.  

Otro acercamiento sería la esferología de Peter Sloterdijk, planteando las relaciones de lo humano con lo real; que al tratarlo fenoménicamente llega a la postulación de formas que generan mundos, pero sin articularlo ontológicamente. De hecho, Sloterdijk tampoco hace referencia al origen en la energía física, ni se lo plantea como morfodinámica; porque su concepto es antropocéntrico y no ontológico, que es la falencia de las primeras antropologías.  

Como conclusión, la postulación de la morfodinámica es inédita por su estructuralismo esencialmente funcional; que integra la termodinámica como base ontológica, en una regulación epifenomenológica de la forma. Todo a partir de la función axial de la cultura, como mecanismo de transición, que repotencia a la forma; en una conciliación epistemológica, que permite una comprensión incluso positiva de la intuición spinozista. Esta comprensión es entonces del emanacionismo, como la madurez formal de la energía en su origen físico; que a su vez como base ontológica de lo real, comprende lo político como un modelo histórico filosófico.   


 

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