La visión política de la historia impide la
comprensión de sus recurrencias antropológicas, por su determinismo; por eso
las erupciones sociales pueden resultar sorpresivas e incomprensible, por su
aparente arbitrariedad. Pero la realidad no es arbitraria nunca, ni siquiera al
resolverse como humana, en la cultura, explicando su determinismo; que en tanto
propio se sobrepone al de la política, con ese carácter compulsivo por el que
resultan incomprensible.
En el caso de Estados Unidos, la suficiencia económica
de su capitalismo descansa en la seguridad de su destino; que resulta manifiesto
en lo político, como ideología, aún sí resuelto en el pragmatismo también
aparente de su economía. Pero el diseño económico del capitalismo es una
ideología de hecho, incluso sí formada paulatinamente; ya que aparece en algún
momento del desarrollo mismo del sistema y no en su fundación en el capitalismo
primitivo.
Aquí es donde entra la recurrencia antropológica de la
política, resolviendo la estructura misma de la sociedad; que como fenómeno
propio de la cultura en tanto real, se expresa y resuelve pero no se determina
políticamente. En este sentido, toda estructura cultural —y la política es la
primera— se resuelve fenoménicamente en un milenio; con un período de medio
milenio hacía su apoteosis, y otro hacía su decadencia total, divididos a su
vez en cuartos; ya que lo que se resuelve aquí son las fluctuaciones internas
de esos procesos, como propios de la cultura.

Esto será así axiomático, al menos para Occidente, da
la capacidad de su infraestructura para la función política; comenzando en el
período arcaico, sobre el siglo XVI (a.d.e.), con la edad de bronce y la
cultura de los palacios del Egeo. De ahí se extenderá en períodos de cinco
siglos, hasta la era clásica en el siglo VI (a.d.e.), con el establecimiento
político; confluyendo con el proceso paralelo del cristianismo en Roma, desde
alrededor del siglo primero al quinto.
Eso marca la transición al alto medioevo, con la
apoteosis del cristianismo desde su fundación en el primer siglo; hasta la
Modernidad en el siglo XVI (a.d.e.), exactamente un milenio después, con la
confluencia de varios sucesos históricos. A su vez, la Modernidad alcanzará una
apoteosis en su primer cuarto, en el siglo XVII, con los procesos
revolucionarios; que durará hasta el siglo XX, con la sustitución de su eje
hegemónico, de Europa a los Estados Unidos.
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Esto es lo que explica la fatiga moderna a lo largo
del siglo XX, con el comienzo de la decadencia política norteamericana; que
canalizan la de Occidente, como estructura en cuyo desarrollo se resuelve la
realidad como humana, en la cultura. Esta sería la recurrencia que explique la
tumultuosa actualidad política norteamericana, como síntesis de la occidental;
haciendo confluir en su apoteosis las contradicciones de su estructura, con la
emergencia de un nuevo estado político.
Obviamente, ese nuevo estadio no es el Socialismo, ya
que este es parte de las contradicciones del capitalismo; pero el Socialismo sí
sería el último estadio interno del capitalismo, en el estancamiento de su
infraestructura política. Sí se observa bien, la situación norteamericana es la
misma de la crisis de la república en Roma, resuelta en el imperio; pero este
no como solución sino en la estabilización de las contradicciones, en la emergencia
del cristianismo.
La realidad no es benévola en su estructuralidad, sino
indiferente al sufrimiento o gozo que produce en su desarrollo; con esa
recurrencia de su naturaleza antropológica, que postulada religiosamente fue de
suyo teológica y cosmogónica. Sólo una perspectiva realista de ese
trascendentalismo puede explicar esas recurrencias, por su alcance ontológico;
que es la razón del Realismo Trascendental, brindando los instrumentos epistémicos
para su solución hermenéutica.
En ese sentido, es obviamente pronto para predecir el
resultado de la elección de Donald Trump o la de Madani; pero no lo es para
observar el tipo de contradicción que las provoca, actualizando la misma de la
Guerra Civil. Igual, está estaría relacionada con la crisis de la Unión Europea,
que actualiza la estabilidad alcanzada en Westfalia; ambas en tanto
estancamiento del desarrollo como político, no importa la apoteosis que
provocara como economía; ya que como política, la economía es también sólo
expresión en que se realiza la cultura, no su determinación.
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