El emanacionismo como intuición originaria de la morfodinámica - III
Aquí lo vivo es por
definición una organicidad, que se sostiene a sí misma mediante su propia
operación, autopoiética; y eso ya es una forma de natura naturans biológica,
no como sustancia sino como una dinámica generativa. Ese carácter generativo no
se agota en el metabolismo ni es puramente mecánico, ni es reducible a
componentes; pero sí produce una organización, cuya potencia —en tanto formal— excede
lo biológico y continúa en lo cultural.
Es decir, esto introduce
una segunda autopoiesis, formal y simbólica, que Maturana niega explícitamente;
reduciendo el vínculo a extender la autopoiesis más allá de lo biológico, como
esto mismo lo es de lo físico. Esto lo habría evitado Maturana para no entrar
en metafísica, ya que de hecho excede su propio marco de interés; como no
ocurre con el Realismo trascendental, cuyo interés es de suyo físico y
ontológico, con esa repotenciación de la forma.
En ese sentido, la
autopoiesis no es sólo conservadora, sino que deviene creativa al alcanzar un
umbral crítico; sería aquí donde, entre la llamada continuidad espiritual, no
como una sobrenaturalidad, pero sí el epifenómeno de lo real en sí. La
secuencia final sería la materia organizada dando lugar a la vida, que
organizada a su vez da lugar a la mente; que organizada a su vez da lugar a la
cultura, cuya organización propia de lugar a la historia como naturaleza.
En ese sentido, Varela
se queda en fenomenología y Luhmann la abstrae como comunicación, sin base
física; mientras Morin intuye la complejidad cultural, pero sin articulación
energética y en ello sin alcance ontológico; y Deacon roza la emergencia de la
forma, pero sin axialidad ni energía formal, y por tanto sin sistematización
última. La originalidad de esta teoría de la morfodinámica sería entonces que
integra la autopoiesis y la termodinámica; eso como madurez en la generación de
formas de lo físico, inaugurando así lo específicamente humano, como cultura.




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