Thursday, November 20, 2025

El emanacionismo como intuición originaria de la morfodinámica - III

De algún modo, esta postulación de una morfodinámica está vinculada a la autopoiesis de Maturana y Varela; sobre todo por su concepto de continuidad espiritual de lo biológico como potencia, aunque no lo plantean como tal. Sin embargo, este vínculo profundo no es lineal ni explícito, sino parcial, indirecto y potencialmente superado; ya que el punto de contacto, en esa continuidad espiritual de lo biológico, alude a lo vivo como el Elán de Bergson.

Aquí lo vivo es por definición una organicidad, que se sostiene a sí misma mediante su propia operación, autopoiética; y eso ya es una forma de natura naturans biológica, no como sustancia sino como una dinámica generativa. Ese carácter generativo no se agota en el metabolismo ni es puramente mecánico, ni es reducible a componentes; pero sí produce una organización, cuya potencia —en tanto formal— excede lo biológico y continúa en lo cultural.

Esto es la consecuencia filosófica no desarrollada por Maturana, y establece una diferencia crucial con la autopoiesis; que Maturana limita a sistemas moleculares vivos, y en lo que entonces sólo lo biológico es autopoiético. En ese sentido, la sociedad no es autopiética, y la cultura no es continuidad de la vida sino acoplamiento estructural; y aquí se rompe el vínculo, pues una vez que la forma deviene autopoiética en lo biológico, se supra-organiza en la cultura.

Es decir, esto introduce una segunda autopoiesis, formal y simbólica, que Maturana niega explícitamente; reduciendo el vínculo a extender la autopoiesis más allá de lo biológico, como esto mismo lo es de lo físico. Esto lo habría evitado Maturana para no entrar en metafísica, ya que de hecho excede su propio marco de interés; como no ocurre con el Realismo trascendental, cuyo interés es de suyo físico y ontológico, con esa repotenciación de la forma.

Esto puede resultar sutil, pero i8ntroduce una funcionalidad distinta, ya que en la autopoiesis la forma se mantiene; en la morfodinámica en cambio, la forma se autoamplifica fractalmente, produciendo la cultura como naturaleza. Como principio, eso no existe en Maturana, pero es compatible con la estructura de su teoría sobre la autopoiesis; incluyendo la noción de emanacionista, como transición de lo físico a lo cultural, que no existe en Maturana.

En ese sentido, la autopoiesis no es sólo conservadora, sino que deviene creativa al alcanzar un umbral crítico; sería aquí donde, entre la llamada continuidad espiritual, no como una sobrenaturalidad, pero sí el epifenómeno de lo real en sí. La secuencia final sería la materia organizada dando lugar a la vida, que organizada a su vez da lugar a la mente; que organizada a su vez da lugar a la cultura, cuya organización propia de lugar a la historia como naturaleza.

Esta axialidad reflexiva es una extrapolación en Maturana, pero es consecuente aquí de la madurez formal; de donde que la autopoiesis de Maturana sólo describiría un primer nivel de la natura naturans, en organismos vivos. La morfodinámica describe ese principio, cuando en su apoteosis energética la forma pasa a producir nuevas formas; una de ellas —como estadio— es la cultura, haciendo de esta autopoiesis de la forma, no de la biología.

En ese sentido, Varela se queda en fenomenología y Luhmann la abstrae como comunicación, sin base física; mientras Morin intuye la complejidad cultural, pero sin articulación energética y en ello sin alcance ontológico; y Deacon roza la emergencia de la forma, pero sin axialidad ni energía formal, y por tanto sin sistematización última. La originalidad de esta teoría de la morfodinámica sería entonces que integra la autopoiesis y la termodinámica; eso como madurez en la generación de formas de lo físico, inaugurando así lo específicamente humano, como cultura.


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