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Thursday, May 6, 2021

Política y prosperidad

 La política y la prosperidad son dos cosas tan distintas que no deben ni contradecirse, al menos en principio; sólo que los principios son abstractos, no reales, y es sólo por eso desconocen la contradicción alevosa. En realidad, el ser humano no es equilibrado sino compulsivo, y su racionalidad sólo justifica (explica sus compulsiones; no las determina, que sería el único modo en que los principios podrían cumplirse rigurosa y naturalmente.

Una conseja bíblica dice que nadie puede servir a dos amos, pues traicionará a uno en favor del otro; explicando que no se debe a un problema moral de lealtad, sino de capacidad e intereses, siempre personales. Es decir, el ser humano actúa en función de sus intereses, que satisface en orden de prioridad; pero en una tensión en que siempre se impone la más inmediata sobre la menos inmediata, la más práctica sobre la menos práctica. Eso no es gratuito, sino que es el modo en que se resuelve la existencia de modo natural; como una determinación que trasciende lo humano, y que tampoco por gusto ha quedado codificada en todos los sistemas morales.

Por supuesto, la pretensión de que esto se puede obviar proviene de la misma soberbia del espiritualismo; que arribara a la modernidad identificando a la Razón con el Espíritu que los separaría de lo animal, como racionalismo. Pero eso explica la sistemática corrupción de los políticos, no más separan en su especialización funcional; desarrollando intereses propios, que bien pronto los distingue del resto de los mortales por los que dice luchar.

De ahí la extraña paradoja de que sólo los burgueses se dedican a la lucha por los pobres, no los pobres mismos; y ni siquiera los burgueses de primera generación, que tuvieron que esforzarse a la acumulación de capital; sino los de la segunda generación, que desconociendo ese esfuerzo y sin necesidades reales deben crearlas, para cubrir su vacío existencial. Los pobres tienen demasiados problemas inmediatos para ir tras abstracciones, y esa es la razón de que deban ser convencidos de estas; y luego aún deben ser vigilados, para que no abusen de un sistema que se torció como principio para su supuesta protección.

No es que toda esa distorsión se pueda evitar, pero sí sirve para comprender la naturaleza del problema; que es como único se puede arreglar, evitando a esa segunda generación burguesa el vicio de sus abstracciones. También, para reconocer al futuro demagogo en el carismático líder que prospera mientras lucha por los otros; y que no se da cuenta de cómo repite los vicios que critica, hasta invocando el mismo principio de la superioridad moral.

Monday, February 25, 2013

El regreso del idiota



Parece que el trío inefable de la derecha intelectual latinoamericana retorna por sus fueros, con el sugerente título de El regreso del idiota; que no es una bitácora de su propio devenir en esos mares del pensamiento, sino otra crítica a la izquierda intelectual latinoamericana. Obviamente, no les ha pasado por la mente sagaz que el problema puede estar en ese ser intelectual latinoamericano antes que en ser de derecha o izquierda; ni mucho menos la otra falencia por la que en esos procelosos mares la izquierda suele ser la original, y la derecha apenas una reacción mimética. Esto último lo prueba aquella crítica agudísima y feroz del libro seminal, el Manual del perfecto idiota latinoamericano; que arremetiendo contra la retórica antropomorfista no tuvo en cuenta su valor [abstractivo] como legítimo recurso cognitivo, que antecedió a las ficciones del racionalismo reductivo; hasta el punto de que el mismo Carlos Alberto Montaner recurriera a ese mismo expediente, en un intento por pulir su propia falta de carisma en ese sentido con el título poco original de Las raíces torcidas de América Latina. Igual no debe haber servido de mucho, si este segundo libro reconoce haberse equivocado al presagiar la desaparición del perfecto idiota latinoamericano de izquierdas; lo que se comprende, si ya el presagio partía de la descalificación por principio, que es una de las arrogancias del intelectualismo moderno en su ignorancia sobre la plenitud del individuo.
 
El problema estaría en que el intelectualismo moderno es un producto natural de la Ilustración, que fue lo que parió a la izquierda; y persistir en esa simetría perfecta es entonces como una idiotez increíble y desmesurada, sólo achacable al intelectualismo mediocre de una derecha tristemente mimética en su falta de iniciativa. Todavía El regreso del idiota insiste en esa naturaleza suya como marca de retorno, y propone un Top Ten ara la reforma ideológica; recordando entonces que de mediocridades intelectualoides se trata, con ese anacronismo con que insiste en su modernidad. Nada más antropomorfista e ilustrativo entonces que ese padrinazgo que vuelve a lucir con la firma del más inefable aún Mario Vargas Llosa senior; que al fin y al cabo se trata de una civilización del espectáculo, y nada mejor entonces que apoyarse en el resentimiento del héroe que escalando tarde el Olimpo lo encontró vacío.

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