El regreso del idiota
Parece que el trío
inefable de la derecha intelectual latinoamericana retorna por sus fueros, con
el sugerente título de El regreso del idiota; que no es una bitácora de su
propio devenir en esos mares del pensamiento, sino otra crítica a la izquierda
intelectual latinoamericana. Obviamente, no les ha pasado por la mente sagaz
que el problema puede estar en ese ser
intelectual latinoamericano antes que en ser de derecha o izquierda; ni
mucho menos la otra falencia por la que en esos procelosos mares la izquierda
suele ser la original, y la derecha apenas una reacción mimética. Esto último
lo prueba aquella crítica agudísima y feroz del libro seminal, el Manual del perfecto idiota latinoamericano;
que arremetiendo contra la retórica antropomorfista no tuvo en cuenta su valor
[abstractivo] como legítimo recurso cognitivo, que antecedió a las ficciones
del racionalismo reductivo; hasta el punto de que el mismo Carlos Alberto
Montaner recurriera a ese mismo expediente, en un intento por pulir su propia
falta de carisma en ese sentido con el título poco original de Las raíces torcidas de América Latina.
Igual no debe haber servido de mucho, si este segundo libro reconoce haberse
equivocado al presagiar la desaparición del perfecto idiota latinoamericano de
izquierdas; lo que se comprende, si ya el presagio partía de la descalificación
por principio, que es una de las arrogancias del intelectualismo moderno en su
ignorancia sobre la plenitud del individuo.
El problema estaría en
que el intelectualismo moderno es un producto natural de la Ilustración, que
fue lo que parió a la izquierda; y persistir en esa simetría perfecta es
entonces como una idiotez increíble y desmesurada, sólo achacable al
intelectualismo mediocre de una derecha tristemente mimética en su falta de
iniciativa. Todavía El regreso del idiota insiste en esa naturaleza suya como
marca de retorno, y propone un Top Ten
ara la reforma ideológica; recordando entonces que de mediocridades
intelectualoides se trata, con ese anacronismo con que insiste en su modernidad.
Nada más antropomorfista e ilustrativo entonces que ese padrinazgo que vuelve a
lucir con la firma del más inefable aún Mario Vargas Llosa senior; que al fin y
al cabo se trata de una civilización del espectáculo, y nada mejor entonces que
apoyarse en el resentimiento del héroe que escalando tarde el Olimpo lo
encontró vacío.
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