Sunday, February 17, 2013

Lágrimas en la lluvia



Rosa Montero es una buena escritora, y en esta novela suya deslumbra con un juego tramposo y simpático; una trama inesperada y fresca, que habla mucho de esos recursos que la hacen interesante. Se trata de un drama de ciencia ficción, que narra los conflictos sociales y políticos entre la especie humana y los ya predecibles androides; en realidad, la trama es detectivesca y de espionaje, pero el paralelismo espeluznante logra explotar muy bien esos conflictos, haciéndolos impactantes y agudos. El título no aporta muchas pistas, es apenas una línea reflexiva e incidental; escogida obviamente por la necesidad imperiosa de un título sin mejores propuestas, lo que no importa mucho. También, una escueta explicación al final del libro resta impacto al maravilloso final; pero es obviable, como otra imperfección de las ya habituales al mercado contemporáneo con sus raptos de emocionalismo intelectual. Si el origen del exergo, que explica, hubiera quedado relegado a la intimidad a la que pertenece, el homenaje hubiera funcionado igual; sin dudas lo habría hecho más auténtico, menos exhibicionista e integrado perfectamente a la trama.

La novela rinde culto a la tradición cinematográfica y literaria del género, desde el mismísimo Julio Verne; e incluso a la especie androide se la conoce como replicante, aludiendo expresamente al filme Blade Runer, además de otros muchos elementos. Pero sobre todo, es una novela original en la concepción misma del conflicto; y no es ocioso recordar que incluso ciertas teorías religiosas atribuyen el origen de la humanidad a la aplicación tecnológica de una especie cósmica, a la que identifican con los dioses primitivos. En un momento, por ejemplo, la protagonista, que es un androide, discute con otra congénere; una menciona el peso del azar, la otra acosa "...el azar y la ingeniería genética"; ¿qué tal entonces el azar y esa conciliación teológica del llamado diseño inteligente? Montero además es ducha en el manejo del humor, que en ella no es objetivo sino instrumental y oblicuo; por eso le sirve para mesurar el complejo dramático, rehuyendo lo hilarante pero aportando giros sorprendentes y ponderativos sobre la naturaleza del drama. En todo caso, el conflicto se presenta en términos históricos, y a veces hasta asusta su valor de réplica sobre la realidad humana; desde la que se puede criticar el sentimentalismo obtuso de la etnopolítica contemporánea, e incluso la crudeza de los problemas internacionales. No es muy esperanzador, en todo caso, que el mundo se aboque a otra lucha por derechos civiles, además de otra guerra fría; de ahí lo espeluznante, como otro recurso que la autora añade al manejo medido y elegante de la violencia y cierto sadismo.
 
Está claro que hay un discurso un poco sesgado, que debe mucho al humanismo de los siglos XIX y XX; pero quien pueda sobreponerse a los prejuicios disfrutará de una buena lectura, entre lo mejor del mercado actual. Eso es quizás lo más sorprendente, que sea sólo literatura, sin pretender otra cosa; es decir, sólo un marco instrumental para un experimento de ficción, que deslumbra por su eficacia. Como literatura, no se pueden negar a la Montero imágenes bellas y un tempo perfecto, en un pulso mesurado que se regodea en formas inteligentes; como si un tratado de estética explicara el sentido del ritmo y la densidad, incluso la ralentización de la historia en elípticas, en una época de franco funcionalismo periodísticola autora misma es periodista.  Curiosamente, este tempo de la novela no es de thriller, a pesar de ser una investigación criminal y volverse ocasionalmente vertiginosa; sino que es más bien de novela clásica, algo decimonónica, con la tensión provista por el alcance existencial de la trama, no por el leguaje ni el ritmo mismo. En un mundo de androides y aire artificial, eso nos recuerda que se trata siempre de la Comedia Humana; cuyo drama es repetitivo pero no menos impresionante por eso, sino probablemente más. Es particularmente simpático y funcional que la protagonista sea una mujer androide, en la mejor tradición del investigador antiheroico; que no es otra cosa que la adaptación moderna del heroísmo clásico en su lucha contra el orden vigente, y que aquí alcanza cotas de sublime humanismo.

Hacia la segunda mitad del libro ya se agotó el recurso del mundo futuro perfectamente construido; se han conocido todas las especies que pululan en esa civilización y sus escarceos, pero todavía hay fuerza dramática. Es en el último tercio del libro donde el interés decae sensiblemente, a pesar de que es donde se dan los giros más inesperados a la trama; que sigue siendo perfecta, pero que sólo se sigue por cierta curiosidad, y si algo interrumpe la lectura es posible que no se la retome; con lo que se perdería un final exultante de frescura y humanidad, con una escena de sublime amor y erotismo que envidiarían los mismísimos escritores de Holliwood.

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