Lágrimas en la lluvia
Rosa
Montero es una buena escritora, y en esta novela suya deslumbra con un juego
tramposo y simpático; una trama inesperada y fresca, que habla mucho de esos
recursos que la hacen interesante. Se trata de un drama de ciencia ficción, que
narra los conflictos sociales y políticos entre la especie humana y los ya
predecibles androides; en realidad, la trama es detectivesca y de espionaje,
pero el paralelismo espeluznante logra explotar muy bien esos conflictos,
haciéndolos impactantes y agudos. El título no aporta muchas pistas, es apenas
una línea reflexiva e incidental; escogida obviamente por la necesidad
imperiosa de un título sin mejores propuestas, lo que no importa mucho.
También, una escueta explicación al final del libro resta impacto al
maravilloso final; pero es obviable, como otra imperfección de las ya
habituales al mercado contemporáneo con sus raptos de emocionalismo
intelectual. Si el origen del exergo, que explica, hubiera quedado relegado a
la intimidad a la que pertenece, el homenaje hubiera funcionado igual; sin
dudas lo habría hecho más auténtico, menos exhibicionista e integrado
perfectamente a la trama.
La
novela rinde culto a la tradición cinematográfica y literaria del género, desde
el mismísimo Julio Verne; e incluso a la especie androide se la conoce como
replicante, aludiendo expresamente al filme Blade Runer, además de otros muchos
elementos. Pero sobre todo, es una novela original en la concepción misma del
conflicto; y no es ocioso recordar que incluso ciertas teorías religiosas
atribuyen el origen de la humanidad a la aplicación tecnológica de una especie
cósmica, a la que identifican con los dioses primitivos. En un momento, por
ejemplo, la protagonista, que es un androide, discute con otra congénere; una
menciona el peso del azar, la otra acosa "...el azar y la ingeniería
genética"; ¿qué tal entonces el azar y esa
conciliación teológica del llamado diseño inteligente? Montero
además es ducha en el manejo del humor, que en ella no es objetivo sino
instrumental y oblicuo; por eso le sirve para mesurar el complejo dramático,
rehuyendo lo hilarante pero aportando giros sorprendentes y ponderativos sobre
la naturaleza del drama. En todo caso, el conflicto se presenta en términos
históricos, y a veces hasta asusta su valor de réplica sobre la realidad humana;
desde la que se puede criticar el sentimentalismo obtuso de la etnopolítica
contemporánea, e incluso la crudeza de los problemas internacionales. No es muy
esperanzador, en todo caso, que el mundo se aboque a otra lucha por derechos
civiles, además de otra guerra fría; de ahí lo espeluznante, como otro recurso
que la autora añade al manejo medido y elegante de la violencia y cierto
sadismo.
Está
claro que hay un discurso un poco sesgado, que debe mucho al humanismo de los
siglos XIX y XX; pero quien pueda sobreponerse a los prejuicios disfrutará de
una buena lectura, entre lo mejor del mercado actual. Eso es quizás lo más
sorprendente, que sea sólo literatura, sin pretender otra cosa; es decir, sólo
un marco instrumental para un experimento de ficción, que deslumbra por su
eficacia. Como literatura, no se pueden negar a la Montero imágenes bellas y un
tempo perfecto, en un pulso mesurado
que se regodea en formas inteligentes; como si un tratado de estética explicara
el sentido del ritmo y la densidad, incluso la ralentización de la historia en
elípticas, en una época de franco funcionalismo periodístico —la autora misma es periodista—. Curiosamente, este tempo de la novela no es de thriller, a pesar de ser una investigación
criminal y volverse ocasionalmente vertiginosa; sino que es más bien de novela
clásica, algo decimonónica, con la tensión provista por el alcance existencial
de la trama, no por el leguaje ni el ritmo mismo. En un mundo de androides y
aire artificial, eso nos recuerda que se trata siempre de la Comedia Humana;
cuyo drama es repetitivo pero no menos impresionante por eso, sino
probablemente más. Es particularmente simpático y funcional que la protagonista
sea una mujer androide, en la mejor tradición del investigador antiheroico; que
no es otra cosa que la adaptación moderna del heroísmo clásico en su lucha
contra el orden vigente, y que aquí alcanza cotas de sublime humanismo.
Hacia la
segunda mitad del libro ya se agotó el recurso del mundo futuro perfectamente
construido; se han conocido todas las especies que pululan en esa civilización
y sus escarceos, pero todavía hay fuerza dramática. Es en el último tercio del
libro donde el interés decae sensiblemente, a pesar de que es donde se dan los
giros más inesperados a la trama; que sigue siendo perfecta, pero que sólo se
sigue por cierta curiosidad, y si algo interrumpe la lectura es posible que no
se la retome; con lo que se perdería un final exultante de frescura y
humanidad, con una escena de sublime amor y erotismo que envidiarían los
mismísimos escritores de Holliwood.
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