Thursday, February 4, 2021

Otra llorona

Un artículo serio, de una verdadera personalidad de la cultura cubana, enumeraba las necesidades de su dramaturgia; que debió escandalizar, pero pasó como lo que pretendía ser, una gestión inteligente de la cultura. A nadie se le ocurrió que la cultura no se realiza por una élite especializada, que en la distancia desconoce la realidad; y no por prebendas de seudo burguesía, sino por la perspectiva personal del artista comprometido y su relación con esa realidad.

De hecho, ese puede decirse que es el problema con la cultura en general desde el apogeo postmoderno; en que una multitud de jóvenes super educados se especializaron en sus respectivas vocaciones, sin atender a la realidad. A diferencia de los casos de cultura subvencionada, la realidad se encarga de corregir esos excesos; incluso si para eso tiene que arruinar todo el tinglado del arte, por la falta de interés real de la gente y dinero efectivo.

Los gobiernos pueden alargar el proceso agónico, con presupuestos destinados a alimentar el ego improductivo; no importa —más se gasta en otras tonteras—, la gente simplemente no lo consume, y salva así la sanidad de su propia reflexión existencial. Otra cosa es cuando no hay otra alternativa que el consumo de ese arte, que es no menos subjetivo que manipulador; porque aquí no se trata sólo de presupuestos malgastados, sino de la imposibilidad de evadir la burocracia.

Donde hay que inventar una feria, es porque se eliminó la actualidad que le daba sentido y la hacía efectiva; y ese es un ejemplo fractal, que ilustra todos y cada uno de esos casos en que se derrocha el erario público. La cultura misma es la realidad en cuanto humana, en su valor artificial pero todavía propio y consistente; hace falta mucha soberbia, para pensar que se puede saber qué hace falta y dónde, esquivando además la corrupción.

Ese es el problema, porque se trata de una burocracia, siquiera si intelectual, que administra la cultura; y que por tanto tiende a la mediocridad antes que a la excepcionalidad, aunque trastrueque los términos. La cultura suple lo que necesita, porque esa es su suficiencia, en la realidad que toma de los que la realizan; sobreponerse a ella es una locura, que sólo termina por distorsionar el espectro todo de la existencia humana.

Eso entonces explicaría el desmonte de la cultura cubana, desecha entre burócratas que se creyeron genios; un adefesio ahora, que irrumpe en la noche que viven los que la viven, para asustarlos con su llanto. En el subsuelo, sin embargo, hormiguea la realidad inmutable al estropicio, dando la nueva forma que va a ser; otros tratan de escapar dando saltos con que los vean en lontananza, rompiendo caída al caer para minimizar los daños.


Wednesday, February 3, 2021

Vindicación de Dionne Warwick

  En 1980 Dionne Warwick rompió un bloqueo internacional y cantó en Sudáfrica, en el 2015 repitió el desafío en Israel; había mucho de dignidad en su obstinación, presentado como cierto prurito profesional de respetar contratos. Había sin embargo suficiente respaldo como para justificar la excepción, y que Warwick desviara su atención a otras fuentes; más allá de todo esto, está la complicada negociación con que la figura marginal gana espacio para su especie, poco a poco.

No hay que llamarse a engaño, los Estados Unidos que condenaba a Sudáfrica fue el mismo que la había apoyado; por el momento la rama izquierda del parlamento mundial se habría subido al podio, pero el mundo seguiría dando vueltas. La reticencia de Warwick puede recordar el pragmatismo de Miriam Makeba, que no se refugió en Cuba sino en Estados Unidos; quizás ambas supieran que la retórica no es sincera nunca, y que los grandes gestos se agotan en el símbolo.

Como mujer negra, Warwick sabía que la aceptación del público universal era hipócrita, no tenía por qué responderle; una cosa era la distancia del escenario, donde no tenían que codearse con ella, o el backstage en que podrían presumirla; otra muy distinta compartir el transporte público sin siquiera el privilegio de aquella voz, que es lo que se discutía en Sudáfrica e Israel. En cambio, actuando por sí misma, no sólo sentaba el ejemplo de suficiencia individual y pragmatismo político; también conseguía que ese enemigo para el que cantaba tuviera otra oportunidad de comprender lo que hacía, ofreciéndole una alternativa de redención.

Que el otro cogiera el laurel que le pasaban o no, era problema de ese otro, no suyo; ella ni siquiera tenía que ser consciente de su propio gesto, sino sólo de ejercer la negociación en términos pragmáticos y no retóricos. Eso fue lo importante y hasta eficaz por principio, la posibilidad que brinda el gesto individual; que repercutiendo en toda la especie, brinda resultados inesperados donde hace más falta, que es el carácter, y es individual.

Dionne pudo haberse plegado, y desaparecer en esa ola de catarsis política que luego dejó a los negros atrás; en vez de eso escogió respetar sus contratos, y hacer lo que mejor sabía hacer, que era cantar como mejor podía. Como resultado, tuvo críticas de todos los blancos que sabían y dictaban lo que los negros debían hacer por su dignidad; pero a ellos los ha sepultado la historia en el anonimato de su convencionalismo, sólo ella brilla en su capacidad para ser ella misma.

El error persistente del Occidente moderno, ha sido perseguir la trascendencia para realizarse desde ahí en plenitud; no importa el asombro con que descubren de vez en cuando que es al revés, desde Santo Tomás a Heidegger. La trascendencia es una condición exclusiva del Ser, justo porque es en sí y por sí mismo, en su inmanencia; la fidelidad de Dionne a sí misma y la entrega de su mejor oficio, es probablemente el mejor servicio que haya prestado nunca.

Monday, February 1, 2021

En el mes de la historia negra (Carta abierta)

  Hay dos o tres equívocos con relación al problema racial en Cuba, y uno de ellos viene de confrontarlo desde la experiencia revolucionaria; que lo descontextualiza, al reducirlo a un problema propio de ese fenómeno de la historia nacional. Las consecuencias de esta reducción es la disolución del problema en la urgencia de la contradicción política que vive el país; lo que no es nuevo, y sólo contribuye a posponerlo respecto a cualquier otro problema, ya que este se percibe —y probablemente sea— como exclusivo de sólo una parte de la población.

De hecho, el problema si no exclusivo sí es propio del segmento que lo padece, y al que toca corregir la situación; para lo que deviene inevitablemente en un actor político, y más susceptible en esta naturaleza común de ceder ante esa urgencia de los otros problemas. Otro equívoco es el concerniente a la misma posición de los negros en ese contexto de la contradicción política cubana; que es una posición sujeta a la misma evolución que esta, dado que es su propia circunstancia.

El problema con esta posición es que se plantea desde el punto de vista de la circunstancia, no desde el negro mismo; que siempre ha hablado a través de esta circunstancia suya, resultando siempre en su condicionamiento. Es sólo con la crisis continua desde la última década del siglo XX que los negros van teniendo voz propia; pero aún así siempre condicionada por una circunstancia ajena a sus propias necesidades, sea esta la de la política nacional o las expectativas que suscita.

Incluso cuando los negros pretenden en establecerse como interlocutores legítimos en el exilio, siguen siendo condicionados a esto; bien porque subordinan el problema a sus propias necesidades particulares, que porque son asumidos de nevo como parte del problema general del país. La peor de estas condicionantes provendría de las élites universitarias norteamericanas, con su presión económica sobre el sector más desfavorecido de la sociedad cubana; al que ofrece medios de reivindicación personal sobre la base de valores estéticos, pero subordinados al silencio político.

Esta presión provocaría dos distorsiones en la percepción del problema negro cubano, cada una de ellas suficientemente grave en sus consecuencias; ya que va a repercutir en la reflexión del negro cubano sobre sí mismo, y por ende en su proyección posterior en el panorama político nacional. La primera sería la menos legítima, y ocurre cuando los artistas negros cubanos son explotados como objetos de estudio patrocinados por blancos; la segunda, más compleja, cuando este patrocinio proviene de entidades negras, que identifican el problema negro nacional con el norteamericano.

No se trata de que esa identidad no exista sino de que es muy relativa, ya que los problemas nunca son abstractos y universales; es en esta concreción donde ocurren singularidades, que hacen de cada problema un fenómeno excepcional y único en su propia circunstancia. Esta sería la distorsión más grave, porque descontextualiza el problema negro cubano de su propia circunstancia; sumiendo en la ambigüedad el otro problema de sus relaciones con el poder tradicional en Cuba, que se asume como de lealtad.

Ese problema es complejo, responde a la supuesta integración de los negros con el proceso político cubano; pero en un contraste que es artificial, ya que se debe a la ambigüedad de la situación misma en su origen, con los negros como un actor singular. Agravado eso por la falta de salida personal ante el conflicto revolucionario, con la única alternativa posible en un exilio a la sociedad segregacionista de Estados Unidos; lo que ya debería bastar para esclarecer aquella diferencia original entre el problema negro cubano y el norteamericano respectivamente, marcado por la tradición segregacionista del norte.

En este embrollo hay recursos a los que los negros no acuden, puede que por el nivel de riesgo que comportan; como la exigencia a esas élites liberales norteamericanas, de un reconocimiento de su circunstancia particular; que no va a ocurrir espontáneamente, porque ocurre en detrimento de sus propios intereses políticos respecto al gobierno norteamericano, que es lo que los alía al gobierno cubano. No obstante, y por eso mismo, es una falencia de los negros cubanos del exilio el no haber servido de puente; que iluminando las diferencias, puede aportar a los negros norteamericanos una legitimidad mayor que la del gobierno cubano.

El gobierno cubano usa la contradicción de estas comunidades con el sistema norteamericano en provecho propio; eso es una estrategia que proviene de la misma proyección imperialista del socialismo soviético, y que trasciende a la situación de Puerto Rico, por ejemplo. Esa es la falencia mayor del exilio cubano y no sólo de los negros en ese exilio, aunque en este caso afectaría más a los negros por la ineficacia de sus propios esfuerzos; al no reconocer el carácter estratégico y no moral de estas relaciones en tanto políticas, planteándose entonces contrarrestarlas con una estrategia propia.

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