Monday, February 1, 2021

En el mes de la historia negra (Carta abierta)

  Hay dos o tres equívocos con relación al problema racial en Cuba, y uno de ellos viene de confrontarlo desde la experiencia revolucionaria; que lo descontextualiza, al reducirlo a un problema propio de ese fenómeno de la historia nacional. Las consecuencias de esta reducción es la disolución del problema en la urgencia de la contradicción política que vive el país; lo que no es nuevo, y sólo contribuye a posponerlo respecto a cualquier otro problema, ya que este se percibe —y probablemente sea— como exclusivo de sólo una parte de la población.

De hecho, el problema si no exclusivo sí es propio del segmento que lo padece, y al que toca corregir la situación; para lo que deviene inevitablemente en un actor político, y más susceptible en esta naturaleza común de ceder ante esa urgencia de los otros problemas. Otro equívoco es el concerniente a la misma posición de los negros en ese contexto de la contradicción política cubana; que es una posición sujeta a la misma evolución que esta, dado que es su propia circunstancia.

El problema con esta posición es que se plantea desde el punto de vista de la circunstancia, no desde el negro mismo; que siempre ha hablado a través de esta circunstancia suya, resultando siempre en su condicionamiento. Es sólo con la crisis continua desde la última década del siglo XX que los negros van teniendo voz propia; pero aún así siempre condicionada por una circunstancia ajena a sus propias necesidades, sea esta la de la política nacional o las expectativas que suscita.

Incluso cuando los negros pretenden en establecerse como interlocutores legítimos en el exilio, siguen siendo condicionados a esto; bien porque subordinan el problema a sus propias necesidades particulares, que porque son asumidos de nevo como parte del problema general del país. La peor de estas condicionantes provendría de las élites universitarias norteamericanas, con su presión económica sobre el sector más desfavorecido de la sociedad cubana; al que ofrece medios de reivindicación personal sobre la base de valores estéticos, pero subordinados al silencio político.

Esta presión provocaría dos distorsiones en la percepción del problema negro cubano, cada una de ellas suficientemente grave en sus consecuencias; ya que va a repercutir en la reflexión del negro cubano sobre sí mismo, y por ende en su proyección posterior en el panorama político nacional. La primera sería la menos legítima, y ocurre cuando los artistas negros cubanos son explotados como objetos de estudio patrocinados por blancos; la segunda, más compleja, cuando este patrocinio proviene de entidades negras, que identifican el problema negro nacional con el norteamericano.

No se trata de que esa identidad no exista sino de que es muy relativa, ya que los problemas nunca son abstractos y universales; es en esta concreción donde ocurren singularidades, que hacen de cada problema un fenómeno excepcional y único en su propia circunstancia. Esta sería la distorsión más grave, porque descontextualiza el problema negro cubano de su propia circunstancia; sumiendo en la ambigüedad el otro problema de sus relaciones con el poder tradicional en Cuba, que se asume como de lealtad.

Ese problema es complejo, responde a la supuesta integración de los negros con el proceso político cubano; pero en un contraste que es artificial, ya que se debe a la ambigüedad de la situación misma en su origen, con los negros como un actor singular. Agravado eso por la falta de salida personal ante el conflicto revolucionario, con la única alternativa posible en un exilio a la sociedad segregacionista de Estados Unidos; lo que ya debería bastar para esclarecer aquella diferencia original entre el problema negro cubano y el norteamericano respectivamente, marcado por la tradición segregacionista del norte.

En este embrollo hay recursos a los que los negros no acuden, puede que por el nivel de riesgo que comportan; como la exigencia a esas élites liberales norteamericanas, de un reconocimiento de su circunstancia particular; que no va a ocurrir espontáneamente, porque ocurre en detrimento de sus propios intereses políticos respecto al gobierno norteamericano, que es lo que los alía al gobierno cubano. No obstante, y por eso mismo, es una falencia de los negros cubanos del exilio el no haber servido de puente; que iluminando las diferencias, puede aportar a los negros norteamericanos una legitimidad mayor que la del gobierno cubano.

El gobierno cubano usa la contradicción de estas comunidades con el sistema norteamericano en provecho propio; eso es una estrategia que proviene de la misma proyección imperialista del socialismo soviético, y que trasciende a la situación de Puerto Rico, por ejemplo. Esa es la falencia mayor del exilio cubano y no sólo de los negros en ese exilio, aunque en este caso afectaría más a los negros por la ineficacia de sus propios esfuerzos; al no reconocer el carácter estratégico y no moral de estas relaciones en tanto políticas, planteándose entonces contrarrestarlas con una estrategia propia.

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