Saturday, February 13, 2021

The skeleton key, la alegoría

The skeleton key es una muy buena película de horror, que envuelve prácticas de vudú, en el cliché habitual; lo importante es el momento sin trascendencia, en que contrasta la percepción de blancos y negros al respecto. La historia es de una pareja de negros linchados en la era Jim Crown, que consigue sobrevivir gracias al vudú; y que sigue viviendo en la misma casona original, envolviendo a los incautos en sus prácticas.

En ese momento perdido en la película, la protagonista reclama a su compañero porque la víctima es blanca; te dije que quería una negra —dice—, sabes que una negra no se quedaría en la casa —responde él—. La alusión es a una sensibilidad especial de los negros para percibir lo que pasaba, y que los pondría en peligro; pero como una capacidad dada por sus propias determinaciones culturales, resuelta en esa sensibilidad para dichos misterios.

Es ese el tipo de sensibilidad lo que permitiría a los negros sobreponerse a la tensión del racionalismo occidental; que como aquella fatalidad de la mujer blanca que persistía en el horizonte de peligro, les impide la plenitud. Cornel West explica esta sensibilidad en la historia de horror y miseria que han vivido los negros norteamericanos; pero hay otros negros, cuyas vidas han sido menos miserables, y que sin embargo retienen esa capacidad.

De eso es de lo que se trata aquí con la determinación cultural, que incluso provocó el reclamo de los surrealistas; quienes en su obsesión con el símbolo —provenían del simbolismo— desconfiaban de toda trascendencia. Los negros, norteamericanos o no, pueden solucionar el problema de occidente, gracias a esta determinación peculiar; que haciéndolos especialmente sensibles al aspecto trascendente de la realidad, les permite comprenderla.

Es así que el desarrollo de un pensamiento original negro contraería la tradición Occidental al momento pre cartesiano; que así esquivando las reducciones kantianas, consiga la comprensión de ese aspecto trascendente de lo real. Base tenemos, en la insuficiencia del pragmatismo norteamericano para sobreponerse al idealismo occidental; que vigilante desde sus instituciones académicas, recuerda la inquisición escolástica reduciendo la eficiencia realista.

El problema —o la solución— es que los negros estamos en casa, somos parte de ella y no tenemos a dónde ir; por eso no queda sino sermonear la mediocridad del pueblo, con la insolente suficiencia de unas prácticas. Para eso contamos con esta sensibilidad especial, con tal que la reconozcamos, en vez de acudir a los manuales exorcistas; que más que inútiles son contraproducentes, porque eluden la salvación que podemos brindar al mundo.

Hay que aclarar que esta determinación no consistiría en una especialización funcional, sino en una propiedad; ya que se trataría precisamente de la no especialización, que habría preservado las prácticas cognitivas en su estadio natural. De ese modo, la sensibilidad ante lo trascendente sería lo natural a lo humano, como pensamiento antropomórfico; que resuelve las representaciones de la realidad en abstracciones simples, funcionalmente relativas a sus prácticas culturales concretas.

En contraste, el racionalismo sería una apoteosis en el desarrollo de ese mismo proceso abstractivo; que por su extrema especialidad, resuelve una representación parcial, restringido al aspecto inmanente de la realidad. Eso se debe a que por su propia inmediatez, sería este aspecto el que es susceptible de una abstracción absoluta; que es como se resuelve el pensamiento racional, incluso como máxima excelencia de las prácticas cognitivas.

Al respecto, lo que aportaría el trascendentalismo tradicional es una contracción de ese reduccionismo racionalista; como una adecuación suya, que le permita la comprensión de ese otro aspecto de la realidad; resultando así en una comprensión más eficiente de la realidad en sí misma, como de sus dos aspectos formales. The skeleton key es así la llave maestra a la comprensión de la realidad, como extensión en que ocurren los fenómenos reales; no sólo en el esplendor innegable de su inmanencia, sino también en el todavía incomprensible de su trascendencia.




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