Sunday, February 7, 2021

¿Antropología política u Oddún?

 Hay un proceso muy llamativo en la formación de la religión afrocubana, concerniente a sus ritos de iniciación; que conocidos como de práctica mínima en el lugar de origen, adquieren una complejidad especial en Cuba. Sería el caso de la iniciación o consagración, que en Cuba se hace con la entrega de varios orishas; mientras que supuestamente en África se hacía con sólo dos, uno de ellos básico o general, y el otro de la localidad del iniciado.

Ese básico o general se refiere al vínculo con los antepasados, como base para la espiritualidad de la persona; al que distinguiéndolo del de la localidad, que lo identifica como su cabeza, se le conoce como sus pies. Se trata entonces de una iniciación mínima de cabeza y pies, conocida en Cuba como santo parado; y que ciertamente provenía de África, pero como práctica de zonas rurales, no de su totalidad[1].

En las cortes yoruba se habría iniciado un proceso de centralización, con la consagración de una serie de Orishas; que procediendo todos de las diferentes localidades, parecen obedecer así a esta expansión de un poder central. Por supuesto, hay mil y otros procesos paralelos, que hacen de este uno muy complejo y no simplificable; pero que puede explicar la imbricación de los poderes político y religioso, en que el príncipe podía fungir como máximo sacerdote o tenía ese valor.

Así, por sobre la autoridad más o menos inviolable de los caciques locales, se iría extendiendo la del príncipe; no en una confrontación de estos, que complicaría el proceso, sino en la autoridad paralela de la religión. El mismo proceso puede verse en la Francia de Luis XIV, cuando somete a la aristocracia feudal a través de la cultura; bien que más indirectamente, pues lo hace fundiéndolos por la fuerza en el núcleo cultural de Versalles.

El resultado final, en ambos casos, es una estandarización de las prácticas existenciales, a través de la cultura; que se revierten en una reorganización política de la sociedad en general, centrada por el poder metropolitano del rey. No sería casual que en esta dirección, el culto central en Oyó sea el de Shangó, basado en un rey histórico; que desplazando el de Obatalá a un poder más absoluto de intercesión con Dios, legitima el poder de Shangó en su origen[2].

Hoy en día se apela a la identidad, como principio de singularidad cultural pero no de individuación; descreyendo de la cultura como un proceso de racionalización práctica, que tendría valor existencial. Esto explicaría el diferente desarrollo de las culturas en un sentido universal, al que se dirigirían todas; en un proceso de evolución más o menos accidentada, comenzada con la vieja práctica de la expansión colonial.

Eso quizás nos pacifique a todos, reconociéndonos en esa naturaleza común y humana de la cultura; como una práctica general con sentido propio, en la que cada uno encuentra su propio sentido individual. De ser así, no habría vergüenza en que otros hayan tenido mejor suerte o recursos en la misma carrera; que nos beneficia a todos y nos reconoce la misma dignidad, no importa el papel que jugamos en esta.





[1] . https://negracubanateniaqueser.com/2017/11/20/agba-lagba-un-acercamiento-a-las-iniciadoras-de-la-regla-de-ocha/

[2] . El concepto de panteón un yoruba es relativo, ya que la religión de Osha no tiene dioses propiamente dicho; sino energías cosmológicas propias de las personas (orí, cabeza), sujetas a un proceso de representación antropomórfica. Esto habría ocurrido en una segunda generación del panteón, cuando se sincretiza con personajes más o menos históricos; las correspondencias principales serían de Shangó con Yakutá, Yemallá con Moja Elewi (shorturl.at/hzEHU ), etc.

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