Friday, December 12, 2025

Terrence Deacon y la teleología negativa

Lo que falta a la autopoiesis de Maturana, es el exceso teleológico, que él se niega comprensiblemente a aceptar; partiendo de que su propio objeto y campo de interés es la biología, y no algún sentido de la existencia. De hecho, nada hay en el Mundo —fuera del desespero humano— que apunte a ese sentido de la existencia; pero no hay nada tampoco —fuera del artificio lógico— que lo niegue de firma concienzuda y terminante.

Que la tradición idealista retroceda con vértigo a esa posibilidad no es suficiente, vistos sus propios excesos; que en tanto epistemológicos indican la naturaleza lógica de esa falencia, con su hermenéutica deficiente. Es aquí donde asoma la prestidigitación increíble de Deacon Terrence con su As, grandioso como mangas de concubina china; y que habría salvado a Feuerbach —pero aún no existía las base Maturana— del avergonzamiento marxista, con la teleología negativa.

Para empezar, la teleología es un concepto negativo, en tanto extrapositivo, apunta do a la potencia de las cosas; pero su aplicación —como exponente natural de lo real— no lo es, dado que esa acción es en sí misma positiva. La propuesta de Deacon haría que la acción fuera negativa como su objeto, conciliando matemáticamente su positividad; ya que la premisa primera era escandalosamente contradictoria, ofreciendo positividad de su conjugación negativa.

A saber —que estas son las cosas que enloquecieron a Pitágoras—, no se obtiene un positivo de una simple conjugación; pues la mera proximidad de un negativo sustrae positividad, sin que sea lógicamente posible de otro modo. La matemática sin embargo ofrece el esquinazo lógico, con una insospechada negatividad de la conjugación; por la que lo teleológico es ya posible, en tanto condición y no objeto efectivo, en esta operación, aunque se objetive.

Este sería el detalle, en tanto lo teleológico deviene en objeto pero de consistencia derivada y no propia, relativa; lo que es fácil de definir en filosofía, pero no en biología, que es el campo de interés de Maturana, no de Deacon. Esto no se resuelve con el artificio de la interdisciplinariedad, que de tan racional ya debería resultar sospechoso; pues el amontonamiento de aspectos impide la separación de los mismos, y con ello su respectiva comprensión.

Es la tensión externa en que se relacionan esos aspectos lo que impone la perspectiva y los define, en su funcionalidad; que es lo que permite luego reensamblarlos, en una visión de conjunto que se niega al primer acercamiento. Deacon y Maturana sin dos de las parcas, el primero torciendo el cordel dorado de lógica que hila el segundo; falta el tercero, que lo corta al establecer esa objetividad, intuida —pero no resuelta— incluso por Heidegger.

De hecho, como ya se habría dicho, Feuerbach no pudo evitar el avergonzamiento del Materialismo Dialéctico; justo porque no tuvo la base biológica de Maturana, como un recurso con el que ahora cuenta Terrence Deacon. De ahí esta apoteosis suya, sobre la que —otra vez Heidegger— se reelabora la antropología como perspectiva teleológica; en que ya no hay alienación sino referencialismo, reponiendo la confianza con que los antiguos hacían cuentos.

 

Thursday, December 4, 2025

Del determinismo económico como absoluto

La racionalidad de la evolución política de Occidente, no sería un atributo intrínseco o espontáneo a su estructura; sino que respondería a una configuración estructural, derivada de determinaciones económicas subinmediatas; introducidas durante la expansión del mercantilismo fenicio, en su afectación de la estructura natural en el Egeo arcaico. Fenicia no constituye así un origen civilizatorio de Occidente, pero sí provee un metacódigo económico-operacional; consistente en la abstracción del valor, la equivalencia métrica, la contabilidad, la alfabetización funcional y las redes marítimas. 

Todo eso operaría como fundamento técnico de larga duración (metacódigo), de naturaleza artificial y no identitaria; estableciendo la base para una racionalización progresiva de la práctica social, en la estructura política resultante. Grecia inserta sobre ese metacódigo un régimen de abstracción formal, superponiendo su propia tradición cultural; en que la ontología, la geometría y la argumentación, articulan una razón especulativa y de hecho sistemática. No se trata de una evolución lineal desde Fenicia, sino de una apropiación diferencial por la misma región egea; que transforma una racionalidad práctica, proveniente de la transacción mercantil, en una formalización conceptual del mundo.  

Roma convierte finalmente ese doble origen, en infraestructura institucional singular y sintética, de valor político; con el derecho, la administración, vectores de territorialización, fiscalidad y un aparato político de escala imperial. La triada Fenicia-Grecia-Roma produce así el núcleo estructural de Occidente, capaz de ciclos de acumulación; que por su dinamismo se resuelven como de expansión y agotamiento, generando una periodicidad histórica reconocible; que consiste en desarrollos de más o menos medio hacia la apoteosis política, y otro igual de reflujo o decadencia. 

Por contraste, el judaísmo no participa de este metacódigo, sino que su racionalidad es teológico-axial, no económica; su cultura se sostiene en la alianza, la narrativa profética —como el mito en la Grecia arcaica— y la normatividad ritual. No desarrolla imperios, abstracciones económicas ni territorialidad expansiva, como el estructuralismo político romano; su economía es local, agraria y templaria, emergiendo apenas de la función de supervivencia 

Así, la cultura judía no genera ciclos civilizatorios, ni determinaciones subinmediatas como la periodicidad occidental; su historia se organiza en metamorfosis teológicas y no en ritmos estructurales, típicas de las estructuras arcaicas. La confluencia judía y romano-helénica en la formación del cristianismo, no proviene de una simetría o paralelismo estructural; sino que es un evento de singularidad axial, en que el sistema simbólico semítico es absorbido por la superestructura heleno-romana; ya dotada esta del metacódigo fenicio, al que por tanto somete la tradición judía, redundando en esa singularidad 

La tradición judía aporta densidad escatológica y narrativa, pero la civilización resultante es romano-helénica; como base para esa proyección posterior que es la estructura occidental, funcionando y en su dinámica y periodicidad. Así, el judaísmo opera como exponente simbólico incorporado, no como motor causal ni como un ciclo paralelo; y la periodicidad occidental emerge, como determinismo económico absoluto aunque indirecto, como expresión política.  

Ahora bien, como política, esta expresión de la cultura es siempre y exclusivamente de la triada básica de Occidente; en el mercantilismo fenicio, el abstraccionismo griego y el institucionalismo romano, que producen esta singularidad occidental. El error, en la comprensión de este determinismo, estaría en asumirlo como directo, por su naturaleza política; como exceso en que cae el idealismo, con su síntesis —epistemológicamente idealista— en el Materialismo Dialéctico; y que es la insuficiencia prevista por Feuerbach en su antropología, aún con esa limitante epistemológica del Idealismo. 

Wednesday, November 26, 2025

Diogenadas alejandrinas

El mundo extrañamente distorsionado de la post-postmosernidad desarrolla necesariamente su propia arquitectura; que como toda otra, sólo expresa políticamente su mentalidad y cultura, como testimonio de su propio ser. Obviamente, no todo el mundo puede verlo, pero igual participa de ese escándalo en que se identifica la época; y que funciona, simplemente porque toda expresión es formal, y las formas son siempre funcionales, nunca gratuitas; en tanto —claro está— son sólo la expresión en que se realizan los fenómenos, según sus determinaciones peculiares.

El sentido brutal de está arquitectura es la hostilidad, llamándose incluso abiertamente como arquitectura hostil; dirigida al rechazo en vez del acomodamiento de la gente, justo por su grado de dependencia especial. La evolución en principio habría sido sutil, pero no tardaría en mostrar la crueldad de este sentido hostil e inhumano; dirigido contra la mendicidad y la indigencia, no para erradicarla sino para esconderla, como el polvo bajo la alfombra.

En principio, esto puede ser inhumano, en esa forma de la hipocresía que es el altruismo con su altura moral; pero eso es un efecto secundario de la falsa democratización, que obliga a todo el mundo a confluir en su humanidad. El problema es que todo el mundo tiene prioridades distintas, y obliga al resto a vivir con esas prioridades suyas; no sólo los poderosos con sus ejércitos de sirvientes, sino también esos ejércitos de sirvientes en su aparente desdén.

Por supuesto, el desdén de la indigencia es aparente, porque todo el mundo quiere y necesita poder para existir; siquiera porque sólo se pueden hacer las cosas que uno quiere si se las puede hacer, en el más escandaloso Perogrullo. En lo que sí difieren las personas de una a otra, es en la prioridad que se concede a ese poder, el precio a pagar por él; que es donde aparecen los Diógenes, con su soberbia hipócrita contra la humanidad más simple y sencilla de los Alejandros; que no son necesaria o únicamente de Macedonia, sino que también pueden ser los sensuales de la sublime Ilión.

Descarga gratis



A simple vista, la arquitectura hostil puede resultar cruel e inmoral, pero no obstante existe en su propio sentido; y eso es lo importante, porque lo real tiene sus propios parámetros, que no se atienen a nuestra convencionalidad. En este otro sentido, la arquitectura hostil sirve hasta una justicia poética, que restringe al pobre al nivel que escoge; en vez de obligar a quién tiene otras prioridades a subvencionarlo, en su supuesta pero mentirosa sencillez.

Lo mismo pasa con la literatura, que como la arquitectura pasa el trauma de la época, con su populismo falsos; y en la que la hostilidad es defensiva más que ofensiva, guardando la distancia con el expansionismo de la sencillez aparente. Está literatura hostil puede aparecer en el manierismo exagerado, o el culto finísimo de la más fina literatura; y que en tanto exagerado excede la medida de lo real como necesario, para obtiene la de lo real como voluntad y gracia.

En definitiva se trata de lo humano como carácter, en que lo real se realiza en su misma y propia voluntad para ello; y que por tanto se doblega a esta naturaleza peculiar, aflorando en esa belleza de cultos gratuitos, hostiles en esa belleza. De algún modo, el gesto literario reproduce el patetismo en que se extiende lo católico desde la gloria del Barroco; no en la sencillez conmemorativa de su origen, sino el gesto sobre abundante de la salvación que invoca.

Lo que puede llamar a confusión es esa promiscuidad del falso populismo, desconociendo el sentido de las cosas; pues lo que ofrece la hostilidad es la experiencia exclusiva de los clubes cerrados, protegiendo a su consumidor. Eso, por supuesto, es lo que indigna, en esa perennidad de la envidia, que desconoce los sabores que reclama; ante lo que no puede hacerse nada, sino insistir en el rechazo, imperturbablemente Alejandrino, más diogénico que Diógenes.


  ©Template by Dicas Blogger.

TOPO