El fenómeno de la ilustración haitiana se armaría en el
eje de Antenor Firmin a Jean Price-Mars y Francois Duvalier; culminando en
este, con su torsión en el Negrismo, que no tiene nada que ver con el
folclorismo estético del Caribe. En este sentido, no es simplemente una
adaptación periférica de la europea, sino un laboratorio epistémico singular
suyo; en el que el fenómeno original se desfasa y queda desalineado de sus
matrices europeas, en un ajuste crítico.
Se trata de que su mismo desface histórico reformula
críticamente al fenómeno original, en un proto realismo; que epistémico y
político antes que metafísico, adelanta las funciones del realismo en su
emergencia post-postmoderna. La diferencia es en sí misma funcional, porque
parte de una base ético-política y etnohistórica, como práctica no filosófica;
frente al abstraccionismo con que Hegel —por ejemplo— lo descontextualiza,
justificando su propia teoría.
Esto parte entonces de Antenor Firmín, como origen de una
epistemología no reconocida y por eso incomprensible; cuando, en De
l’égalité des races humaines (1885), no solo protesta el racismo científico,
sino que acude a una operación más profunda. Con este libro, Firmín se apropia
del positivismo metodológico europeo, y demuestra que no es intrínsecamente
racial; con lo que introduce una crítica inmanente al método, que aplicado sin
sesgo colonial niega las conclusiones europeas.
Independiente de la factibilidad o no del positivismo,
eso lo refiere a un criterio no políticamente subordinado; que es en lo que
funciona como un ajuste crítico, incluso de principios por su largo alcance
gnoseológico. Aquí, Jean Prince-Mars no solo reivindica lo africano, sino que
formula un principio antropológico básico; estableciendo la equivalencia
epistemológica entre las diversas culturas, sin caer en un relativismo absoluto,
lo que es crucial.
Mars también reintroduce un fondo humano común, que opera
como realismo mínimo y universalismo funcional; más cercano a un realismo
crítico —en ese universalismo— que al nacionalismo identitario al que se le
reduce. De este modo, Prince Mars provee la proyección filosófica de esa
antropología de Firmín, en un alcance otológico; que se organiza como una
ontología social —no una simple sociología—, por el valor existencial de la
cultura.
Con Mars aparece el cierre de Duvalier, con el estancamiento aparente del
Negrismo como proyecto político; que paradójicamente preserva una singularidad
—incluso como ontología—, a pesar de su incomprensión por el medio. Eso es
contraintuitivo, pues el Duvalierismo reduce la riqueza epistemológica del
Negrismo a un dispositivo identitario; pero con eso cristaliza una singularidad
política, que pone en tensión directa a la Ilustración misma y el Humanismo.
Decir que Firmin prepara —como si anticipara— el realismo post-postmoderno,
puede parecer de hecho anacrónico; pero no si se trata de que su operación
cumple las condiciones estructurales análogas a esa emergencia realista. E
igualmente, la singularidad histórica haitiana no provendría de su relativa
pureza étnica, sino de otra excepcionalidad; referida a los vectores europeos,
africanos y americanos, que vincula en condiciones de máxima fricción política.
Retornando al origen en Firmín, la Ilustración haitiana
no sólo es culturalmente ilustrada, sino que también es excéntrica; ya que, al
operar por apropiación crítica de la antropología francesa, la desvía y
resemantiza, funcionando por disfunción. A partir de él, la realidad ya no es
metafísica o histórica sino étnico-política, obligando a una renovación
epistémica; a la que Occidente es particularmente reacio, por la
convencionalidad en que sostiene su legitimidad institucional.
Esto explica la función catalizadora de la realidad haitiana
al centro de Occidente, como un estado de violencia; que es no sólo fundamental
sino de suyo fundacional, en tanto referida a esa emergencia de un nuevo
estadio cultural. A su vez, eso puede generar malentendidos, en que la historia
haitiana tiende naturalmente a la distorsión duvalierista; o que la proyección
intelectual de Firmín y Prince Mars emerge como sublimación romántica de la
irracionalidad.
Pero esa violencia se refiere a la función de Haití en el
marco de desarrollo de Occidente, rompiendo su estancamiento; creado en la
institucionalidad moderna desde los pactos de Westfalia, como un sistema
europeo de hecho. Ese estancamiento es el marco de la crisis de la revolución
francesa, exponiéndola al quiebre político haitiano; que es una crisis
oportunista, derivada de la institucional propia de Francia, como parte de ese
sistema europeo.