La nueva oferta de la sala Avellaneda en Miami tiene mucho vuelo, como ya es habitual en las producciones de su grupo residente Akuara Teatro; pero vale la pena empezar con un pequeño rodeo, que haga cierto énfasis en los recursos que despliega para lograr sus impresionantes puestas. Primero el concepto escénico, la composición tan plástica con que distribuye los movimientos y sucesos; que en el caso de El banquete infinito podía atribuirse a la maestría teatral de Miriam Lezcano; pero que en este hay que reconocer como un don especial de su actriz y directora, Ivonne López Arenal. La distribución escénica de esta nueva obra tiene mucha influencia del trabajo de planos del cine y la televisión, lo que no es extraño; Ivonne tiene amplia experiencia en cine y televisión, que han sido medios naturales a ella desde siempre; además de la influencia garantizada de Mario García Joya, productor y diseñador de luces. Sin embargo, aún así la plasticidad lograda con esta distribución y el diseño de luces siempre inteligente y eficaz de Joya, es sencillamente impresionante; llegando incluso a la misma superposición de planos con que asombrara el gran Coppola en cine con From the heart, pero con un matiz más literario que lo hace más eficiente también en su valor dramático, justo por lo teatral. La composición escénica lleva inevitablemente al trabajo de utilería y attrezzo, debido a la productora Alba Borrego; y que igual que en El banque infinito, logra funcionar escenográficamente, supliendo una de las carencias típicas del teatro miamense, como para mostrar que a veces lo que hace falta es corazón e inteligencia.
De la obra en sí, lo que puede decirse es que Traficantes de pasión es otra adaptación de Las amistades peligrosas; sólo que eso no basta para exponer el nivel de sutileza y complejidad alcanzados en esta versión, que por postmoderna logra hacerse trascendente y verdaderamente intemporal. Es decir, el conflicto queda tratado en su verdadero valor universal, en un trabajo de verdadera abstracción; que de paso impone una velocidad de thriller, ralentizada por el tono de melodiosa tragedia en que consiste, para resultar en un ritmo entrecortado y de diapositivas. De este modo, la obra logra condensar lo que ya conocemos como un drama bastante complejo; precisamente por la síntesis de la historia a los puntos claves exactos en que reside su fuerza dramática, permitiéndole este avance tan plástico como lírico.
Por lo demás, la actuación espectacular de una López Arenal desdoblada en dos personajes principales; que por su relación de protagonista y antagonista desarrolla una tensión en espiral, con un crescendo constante y sin fin, una suerte epifanía que eleva esta puesta de cámara a niveles sinfónicos. La complementa Carlos Alberto Pérez, como el coprotagonista alrededor del cual se teje la tensión; y quizás la pieza más interesante, si es que alguna puede ser más interesante que las demás, el otro desdoblamiento de Joan Vega en personajes que van desde un incidental decisivo hasta el distanciado escritor que escribe la obra. La puesta, además de preciosista, es también un resumen sobre la trayectoria de sus actores; una actriz que logra la situación dramática más soñada de cualquier actriz, un Vega que despliega sus amplios recursos y se afinca en un futuro promisorio, y un Carlos Alberto Pérez que se comporta a la altura.