El tema de la belleza
No más retórica ni hipocresía, dame un acto... hip!
Diógenes
Diógenes
[saliendo del tonel]
Es bueno y refrescante recordar que la poesía existe como fenómeno literario y no existencial; y no sólo que existe, sino que además lo hace desde mucho antes que los filosos racionalistas y espiritualistas modernos, que dieron en descreer de todo el trascendentalismo precedente. El fenómeno es llamativo, porque habla de la evolución corrosiva del dogma moderno —no modernista, por favor—; que en revolucionaria pelea contra el formalismo burgués como cruzada católica contra los demonios, exige la crisis ontológica en la inmediatez de la experiencia histórica como existencial. No sabe —y en algún punto la ignorancia es culpable— que si es ontológica es metafísica, y por ende no puede ser histórica, porque no es física; ya que respondiendo a una racionalización extrapositiva, se recrea en las determinaciones internas de los fenómenos históricos, no en los fenómenos históricos mismos [¡Sutileza!]. Obvio que ahí incurre en el otro error de entender como trascendente la trascendencia histórica, como la causa final y no ni siquiera la primera sino la agente; pero respecto a la ignorancia culpable no hay de otra que mover la cabeza en modo compasivo, porque el juicio no corresponde cuando se trata de incapacidad.
De ahí el problema fundamental de la literatura que se retrae al funcionalismo sintáctico, que es algo más grave que un simple problema de formas; porque en realidad se trata de la contienda arcaica —más aún que clásica o clasicista— entre el sentido recto y el parabólico, que todo el que tiene dos dedos de masa gris sabe que lo comenzaron los fisiologistas, y no eran poetas sino proto cientistas. De ahí también que la exigencia moral de la realización en actos antes que la recreación en versos sea una cuestión retórica, que desconoce la naturaleza inevitablemente formal de la literatura; sumergiéndola en los mismos problemas que sufrió la Filosofía para precipitarse a su decadencia post-hegeliana, porque se desconoce que es simplemente poesía; nada menos pero nada más que eso, literatura y no existencia en sí, y por ende con ciertas licencias... formales... incluso si efectivamente vacías e intrascedentes. But what's the matter?, ¿acaso hay que ser trascendente para existir?, ¿cuándo y quién firmó ese dichoso contrato que carga al poeta de responsabilidad?, pues que lo pague el que lo firmó. Debe ser por eso que insisten tanto en áridas búsquedas espirituales, en las que perpetuar su mezquindad; porque en vez de mostrar una vida propia lo que hacen es señalar la del prójimo, sobre el que proyectan sus propias miserias.
A los críticos locales habrá que recordarles que aunque les parezca complejo no es menos cierto por eso, y que desde el momento en que la poesía ocurra en actos dejará de ser poesía; porque la conexión con el concepto original es meramente retórica, y por ende inadecuada, y por ahí hasta inefectiva. Además, en esta naturaleza formal, cuando el instrumento que es la sintaxis se hace funcionalista ocurren graves consecuencias; primero, el más terrible, el de la corrupción retórica, que deviene en la hipocresía moral en que decayó la Filosofía por causa de su Idealismo; pero segundo, aunque no menos grave, que se esquiva en esa retórica moral la facultad reflexiva de la forma; que requiere —es un proceso gnoseológico y requiere por ende alguna antropología— del distanciamiento de la parábola imposible al sentido recto, como prueban los clásicos.
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