Monday, March 12, 2012

La transición cubana [frag.]

Más allá de si Raúl Castro se plantea o no la sobrevivencia del régimen con sus cambios —¿quién puede saberlo?—, lo cierto es que debe preocuparle su propia sobrevivencia y la de su entorno; no importa lo corrupto que sea, sus necesidades son programáticas, porque es el responsable del juego. El desastre político y económico cubano es tan grande que ya es un fenómeno cultural, y no es arreglable; a esa espeluznante condición hay que añadirle la necesidad insoslayable de tener que vivirlo de algún modo, para lo que se recurre a la creatividad. Las reformas del Raulismo lucen cosméticas, y lo más probable es que lo sean, en su incapacidad para lograr un cambio efectivo; pero tienen la virtud de no insistir en la tendencia al caos del Fidelismo y sentar algunas bases de racionalidad, siquiera formal. No es lo justo ni lo suficiente sino lo posible, porque otra cosa es la realidad del fin; que si no viene por la espontaneidad de un levantamiento popular, menos va a llegar por la hipocresía retórica del exilio, tan corrupto como el gobierno pero sin sus recursos.

En el medio, la disidencia interna cubana estaría en su mejor momento, pero insiste en su secuestro por la hipocresía retórica del exilio; y la otra opción sería entonces el cambio generacional, para lo que cuenta el factor tiempo. La virtud del Raulismo, al no insistir en la tendencia al caos, sigue siendo negativa; pero al menos crea el espacio para el cultivo de una clase de gradualismo disidente al interior de sus propias élites, y a la que encargar el desenlace. La condición innegociable sería la impunidad de la gerontocracia actual, que es lo que puede garantizar el factor tiempo; al irlos segando poco a poco, hasta diluir a los últimos en los tejemanejes de la nueva clase. Eso sí, esto mismo explicaría la pasividad de la masa popular cubana ante su propio drama político; ya que en tales momentos de indefinición no hay nada definido que pueda hacer, si el antagonista no es la disidencia interna sino el desconfiable exilio que la secuestra.

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2 Comentários:

Tranquilazo de la Vega said...

"La pasividad de la masa popular cubana"... Esa es la única arista que me intriga, sociológicamente hablando, porque parece desafiar la humana condición. Hasta en Libia y Costa de Marfil, que no estaba menos oprimida, se alboroza la masa cuando le dan con hierro. Tan nula es la sociedad civil en Libia como lo es en Cuba... puede que hasta más magra incluso sea, si cabe. De ahí mi sociológico interés como quien mira el circo de los hombres porque de la masa humana cubana ya me descolgué. Es decir, que sólo desde lejos me interesa, como si de una masa cualquiera se tratara... como una masa más entre todas las humanas masas de este mundo. Me gustaría que sobre el tema escribieras. Tu inteligencia puede iluminarlo. Y siempre tu reflexión será interesante para mí.

I. Teodoro said...

Gracias Tranquilazo, se extrañaba esa calma elegante con que puedes decir las cosas más terminantes. Pero en realidad me parece que esa pasividad tiene sentido, sobre todo si miras las opciones; y recuerda lo de la ponderación, que ilumina los rincones. La primavera árabe comenzó, como muchas revoluciones, con un exceso brutal sobre un hombre, que convocó la solidaridad del pueblo en su derredor. En Cuba, la brutalidad está muy focalizada en la disidencia; la brutalidad con la disidencia no es "excesiva" como lo fue la del hombre de Túnez; y Túnez fue el chispazo de un mundo que ya estaba a "punto". Cuántos grados es "a punto" ya es otra cosa, pero lo cierto es que la brutalidad policial en Cuba es sistémica y no espontánea; por eso no resulta excesiva, sino que crea siempre un margen de tolerancia poblacional, con muchos recursos para eso, sobre todo la presión mediática. Quizás si un día esa violencia policial se volcara sobre un ciudadano cualquiera, que no tuviera vínculos con la disidencia, podría pasar como con la primavera árabe.

Recuerdo que una vez un policía me detuvo, y como yo no tenía el carnet de indentidad me quiso llevar a la estación; yo reaccioné cion histeria por la frustración, y la gente que estaba ahí [era una parada de autobús] reaccionó a mi favor de una manera que me dejaron ir. Mientras esa violencia la capitalice la disidencia, ya está comprometida; porque la disidencia es legítima, pero detrás de ella está el exilio, y este obviamente genera mucha desconfianza.

Esa es mi idea del asunto, saludos

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