Saturday, May 25, 2013

Alcibíades Zaldívar: El revés de un reino



En la década de 1970, el chileno-argentino Ariel Dorfman y el belga Armand Mattelart acapararon las cumbres del intelectualismo de izquierdas con un título como Para leer al Pato Donald; un libro que supuestamente resumía las claves epistémicas en que se basaba la cultura popular norteamericana y su peligrosa expansión.  Al menos Dorfman capitaliza hoy su inteligencia en la misma industria que mirara con tanta suspicacia, y afirma no tener problema en ello; lo asombroso es que en realidad entonces sólo develaba los mecanismos en que funciona el conocimiento como un fenómeno antropológico, por representación; y más grave que eso, que dependiendo de la fuerza económica de las culturas a las que afecta, todo propósito ideológico al respecto es inocuo.

No obstante eso anterior habría una salvedad no contemplada ni por Dorfman ni por la supuesta mala intención norteamericana, y es la efectividad del objeto dramático; esto es, el poder semiológico de todo drama para contener y reflejar la gran crisis del Cosmos en tanto universo estrictamente humano. Es a esa salvedad a la que recurre Alcibíades Zaldívar para publicar su primera ficción narrativa, El revés de un reino; experimento formal con una dosis muy medida de surrealismo, para forzar la representación de una experiencia en una metáfora amarga e impactante. El revés de un reino se inspira en la canción infantil El reino del revés de María Elena Walsh; de la que siempre se ha afirmado que era una representación burlesca y también amarga sobre la dictadura militar de su país. Esa coincidencia de la Walsh con Dorfman no es gratuita, recurre al mismo principio de la capacidad antropomorfista de toda figuración en tanto establecimiento de un código gnoseológico; pero la propuesta de Zaldívar es más atrevida que todo eso, porque inyecta suficiente densidad en su propia figuración para no reducirse a una serie de signos ya convenidos.

Gracias a eso, Zaldívar puede conducir la narración con un extraño [onírico] ritmo de sweet thriller que explica su propia desgarradura político-existencial; llevando lo literario a un esplendor semejante al de un realismo crítico por medio de un idealismo también crítico, que así equilibra la balanza. No por gusto Zaldívar es un experto teatrólogo, que por tanto conoce los resortes de esa combinación sutil entre la inteligencia y la emoción que es la apreciación del arte; su propia experiencia en la convulsa escena del arte semi alternativo en la Cuba de mediados de los ’80 aportaría el caudal dramático al que sólo habría quedado darle forma.

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