Mariconá con el cocodrilo, caballero!
Con ese gesto cansado que
se adivina en los herederos de cualquier genio inefable, Prat Sariol publicó
recientemente un artículo en que se quejaba del último movimiento poético, los
Indisiduadibles; por supuesto, ese fue sólo uno entre los múltiples detalles
del heredero del de Trocadero, que como buen heredero no hace sino derrochar la
fortuna filial. Sariol se queja, y no sin razón, del campo de verdolaga en que
se ha convertido la cultura nacional, sin especificar que se trata
específicamente de la del exilio; igual se entiende que se refiere a la cultura
exilial, que es la única con posibilidades de propagarse así de libérrimamente. Pero lo que extraña de la fatiga del divino Prats es esa fatiga misma, que no
tiene en cuenta que publica su diatriba precisamente en un sitio como los que
critica; peor aún, que lo que escribe pareciera estar gritándoselo al espejo,
que así de tan exacto le sirve el sayo que borda para otros.
Lo dicho, no es que le
falte razón sino sentido, en tanto él mismo es otra cuenta en ese mismo collar;
que se convierte así en un universo cerrado ya al postularse como alternativo,
es decir, lo mismo pero sin permiso. Lo que presumiblemente no ve el atribulado
Sariol es que el problema estaría en la precariedad de la pretensión misma; no
son los blogs sino la incapacidad para articularse en una función efectiva más
allá de la pose mezquina y —of course!—
mediocre. No es que la poesía sea mala, no suele serlo sino intrascendente,
irrelevante; como ser editor ha empezado por no serlo sino que consiste en una
mediación con impresores y sin criterio ni proyección ni estrategia que busque
la venta efectiva más allá del ego. Que todos quieren tener una revista, pues
empezando por esa en la que publica él y que muestra las costuras desde su
misma procedencia; nada del otro mundo, el burro siempre se ha reído de las
orejas del conejo y es sabida la acongojada reacción del sapo ante la suerte de
su amigo el cocodrilo.
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