Los poetas y sus actos
Hace ya algún tiempo,
un escritor latinoamericano calificó el machismo de nuestra tradición política como
homosexualismo sublimado; la pasión por lo macho, que es un estereotipo,
explicada en otro estereotipo, deviniendo todo en un lugar común. Pero los
lugares comunes tienen su sentido, como el prejuicio, al facilitar la reflexión
como su base necesaria; y la verdad es que todavía hoy, y a pesar de cuánto se
ha movido la historia, rezagos quedan que no son del oprobioso pasado sino del aún
más oprobioso presente. Tal es el caso del anticastrismo furibundo, que más
parece una saturación castrista; es decir, un deseo tan desmedido que expresa
su despecho y su frustración en la mímica de sus actos deleznables, que
reproduce con fruición.
A menor escala y
como confirmación, puede verse en Miami el culto del llamado Heritrollo justo
por un grupo de victimas suyas; que reproducen sus actos deleznables como
enceguecidos por el esplendor de esa poética que estableció con su actuar ruin
y mezquino. Un culto algo trasnochado, y cuyo hierofante descubre en cábalas y teorías
la lujuria que le provocaban aquellos latigazos de su perversa divinidad; que
al fin y al cabo cada quien escoge con qué se erotiza y con qué actos escribe
el poema de su vida.
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