Repentina vindicación de los contemporáneos!
La crítica amarga de los
contemporáneos ha devenido imperceptiblemente en otra convención formal de la
cultura; por lo que inevitable y necesariamente ya carece de todo valor
reflexivo, siendo no más que otro cliché. No obstante, semejante sentencia,
como toda, habrá que demostrarla; de modo que se extienda a la sombra del cliché
mismo al que se opone reproduciéndolo, que es la dinámica que resta sentido a
las críticas. En efecto, no es gratuito ese decaimiento como mero manierismo de
la crítica convencional; se debe al espectro total de la cultura en que se
postula como criterio de esta sobre sí misma, que acomplejada de su aparente
falta de personalidad de sí misma reniega. Pero bien visto es un poco absurdo
como criterio, aunque no exclusivo de las contradicciones de los propios
contemporáneos; pues estos, cuando se quejan no es precisamente porque se
comparen con los clasicismos, sino con los otros clásicos que les dan pie en la
Modernidad; es decir, otros más o menos contemporáneos mismos suyos, y que ya
se disociaban con ese falso dilema de su falta de substancia.
De ahí que afirmar que la
literatura contemporánea carece de los méritos de la clásica no pase de ser otro
gesto fatuo; al que más vale no atenerse mucho, recordando que el inmarcesible
Homero no tenía clásicos a los que atenerse, y sólo cargaba con gracia esa
responsabilidad de fundar la literatura. Todavía ese salvajismo se extendería
más allá del formalismo latino, gracias a la Germanía brutal que se incorpora;
pero claro, siempre bajo la adusta mirada de los neoclásicos, que exhiben
impúdicamente sus clasicismos como fatuo galardón para parametrarlo todo
imbuyéndolo de redentorismo y responsabilidad. Cómo se puede preferir eso al
amplio sayo de los recursos nemotécnicos y la declinación para tejer una
historia que es universal desde su significación al recitado; ese es otro de
los misterios del poder desmesurado de lo humano, que no importa la creatividad
de Dios consigue siempre apocarlo con la mediocridad de sus modismos.
Por supuesto, hablar de
literatura contemporánea es como un plato de pescado muy espinoso; de ahí que
esta preserve sus valores de intemporalidad, no importa lo contemporánea que
sea; simplemente porque mucho de lo que se vende como tal no es literatura,
perogrullada que no está de más el recordar. Afirmar entonces la calidad de la
literatura contemporánea por todo lo que se hace llamar así es como si hubiera
que creer a los sapos si les diera por afirmar su humanidad; así que antes que
el gesto trágico, bien que podríamos limitarnos al desecho de la bazofia industrial
y la pretensión infantil, así de tan simple.
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