Otras de la derecha intelectual cubana
Quizás con esa inspiración
absurda en el modelo vaticano, la autodenominada derecha intelectual miamense
suele denunciar el exclusivismo de un supuesto lobby gay; es decir, una especie
de cofradía sumergida de gays que coparían unas no menos supuestas estructuras
de la administración del arte y la cultura a nivel local. Más allá de la
pobreza intelectual que implicaría dicho modelo en tanto patrón de conducta
[política], la situación es especiosa; primero, por esa imaginación en que
supone unas estructuras que administren efectiva y organizadamente el arte y la
cultura a nivel local, lo que ya es excesivo de por sí; pero además, por ese
establecimiento de una cofradía gay, que en realidad no es sino la peyorativa
alusión a los maricones que es tan típica del burdo machismo cubano. El
discurso es risible por lo patético, dado que la realización del arte y la
cultura locales no están organizados en una estructura administrativa; sino que
lejos de eso, se realiza en el esfuerzo individual, que por lo tanto se atiene
a los legítimos criterios de discriminación personales de cada quien.
De modo que estaría muy
bien que existiera ese dicho lobby gay, que sindicalizando a un estamento típicamente
menospreciado se legitimaría a sí mismo; aunque en realidad el discurso, ya
patético, no pasa de ser otra histeria egoísta de una claque que de por sí ya
acapara todo espacio posible con su manipulación política del tema cubano. Es
de imaginar que todo se resolvería con un poco de creatividad, siquiera en eso
de los referentes éticos para el discurso; pero pedir creatividad a un fenómeno
tan mimético como una derecha intelectual cubana ya pasa de abusivo y sería
caer en los mismos excesos, así que mejor dejarlo en eso. Después de todo,
quizás sólo se quejen de que esa población gay no los invite a sus tertulias y
mal los soporten donde los encuentran; en cuyo caso deberían tener en cuenta
que un poco de política y saber hacer quizás les resuelva las ansiedades,
porque con gente tan vulgar como ruda no es muy grato el intercambio; y si a
sus ironías y sus groserías las tratan sólo como típico humor cubano, no
deberían quejarse de que los traten como a los chorro ‘e plomo que suelen ser
esos humoristas.
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