Thursday, November 13, 2014

Carta acerca del drama

En el principio mismo de la realidad, la existencia de Dios es un suceso dramático que se resuelve en ese milagro puro de la misma; cuando ya en su omnipotencia, el mismo Dios copaba con su inmanencia toda posibilidad de ser, no dando lugar así a su propia naturaleza, que es la Creación. Por supuesto, sólo la voluntad suprema de su Ser le permitió superar la contradicción; en un acto —que al ser suyo es— de Caridad infinita, contrayéndose para hacer lugar a esta creación suya. Ese es el pasaje cabalístico que los judíos conocen como Titsum, y que resulta en la primera categoría de la metafísica; que es Kether, la corona del universo y que es el Poder mismo de Dios como naturaleza, y es así la primera determinación del Ser.

Tan compleja introducción es sólo para develar el dramatismo que lo permea todo, haciendo del patetismo esa propia naturaleza nuestra; no por gusto reflejado en la contracción del gesto de los santos, petrificados en sus estatuas de yeso, como para que no olvidemos que en nuestra raíz está la capacidad de conmovernos, que es el drama. De hecho, cuando Aloysius Bertrand hace ese canon de la literatura moderna que es el Gaspar de la noche, lo subtitula como viñetas a la manera de Rembrant y de Callot; es decir, un claro oscuro en que la vida se refleja por esa tensión entre el drama y la comedia, y por la que nunca nos resolvemos en la Tragedia. De ahí que el equilibrio y la mesura no sean reales nunca, sino que son meras abstracciones pretensiosas; que incluso han de esperar hasta una época obtusa y arrogante  como la moderna para manifestarse, pues sólo a los pobres modernos se les podía ocurrir semejante sinsentido.

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No ya los románticos, dados espontáneamente al exceso, tenían esta predilección por lo dramático; aún el realismo brutal y también canónico de Balzac se concretaría en la paradoja y el sarcasmo de una realidad que se hace llamar comedia, cuando lo que muestra es el mismo patetismo que siempre nos ha caracterizado. Es que esa idea de mesura y equilibrio se ha integrado ya en la vida de lo humano, pero siempre como el snobismo banal; que de tan ridículo que es en su pobreza resulta patético, y así paradójica y nuevamente dramático. ¿Qué no es dramático en esta vida entonces y que sea a su vez humano?, no quiero yo conocerlo; antes que eso, te reconozco a ti, dramática, como mi musa, a cuyos pies pongo mis votos de toda (dramática) veneración.

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