Saturday, October 3, 2015

Académicas!

Por Ignacio T. Granados Herrera
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Un artículo defiende la inconvencionalidad del arte contemporáneo, apelando a su definición por la Real Academia de la Lengua Española; según la que "el arte se define como la manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos y sonoros". El problema con esa definición es que no se sustenta en otra lógica que la que emana de la misma, cayendo en el juego tautológico de las autoridades; uno de cuyos ejemplos más escandalosos es el de la tradición católica, que alega tener su autoridad emanada de la tradición, a la que ella misma autoriza, retornando hacia sí toda fuente de legitimidad. Sin embargo,  hasta la propia iglesia en la más conservadora de sus tradiciones —que es la católica— justifica su dogmatismo en otras autoridades, que integrando la tradición explican esa ambigüedad; trazando siquiera un silogismo que así hace creíble su representación de la realidad por la idoneidad de los conceptos que postula y elabora.

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Pero ese no es el caso con esta definición de la RAE, que hablando excátedra en temas más concretos que los de moral debería tener conceptos más racionales; explicando por qué esa interpretación de lo real o imaginado es una visión personal y desinteresada, no sólo en ese mismo hecho de serlo sino también o incluso la causa de que así sea. El problema parece típico del funcionalismo filosófico de los posestructuralistas, que en realidad eran estructuralistas disidentes de sí mismos; y que en esa insuficiencia de la tesis que primero sostuvieron no pudieron ver la necesidad de un complemento funcional sino una antítesis directa. Eso no quita que el funcionalismo postestructuraliata no alcance a negar efectivamente se estructuralismo; sino que de hecho lo complemente, más allá de esa parcialidad parece que inevitable de los postuladores, como si el peligro no fuera esa inmodestia implícita en toda postulación. Volviendo al problema de la definición del arte, la deficiencia de la RAE habría estado en ese exceso abstraccionista, que no le permite acudir a la seguridad del deslinde etimológico; por el que Arte proviene de Tekné y este quiere decir técnica o tecnología, excluyendo por secundaria el interés o desinterés de la representación que hace de la realidad, sea esta imaginada o con consistencia propia.

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Valga esa última sutileza, que comprendiendo que todo lo que es es real en alguna forma, sólo diferencia su grado o nivel de realidad; según esa consistencia suya en tanto sea propia o derivada, como la diferencia en que se relacionan el objeto y el sujeto, que es el que otorga realidad con la suya propia. El concepto de arte sería así tan sencillo como el objeto o fenómeno (no la acción) que reproduce artificialmente otro objeto o fenómeno;  aunque eso le cueste la innecesaria complejidad que hace del artista un miembro de esa aristocracia ficticia en que ha devenido la intelectualidad; como una condición especial que supuesta pero gratuitamente hace a los artistas seres supra sensibles, capaces en ello de alguna comprensión especial de la realidad.

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