Saturday, September 17, 2016

Balada de los amigos de mi padre

A todos ellos, que saben quiénes son

Para no ser menos poeta que otros
Me regodearé en mí mismo, iré
Tan hondo que mis propios fantasmas
Se asustarán de lo oscuro, y seré yo quien vea.
Yo nací entre grandiosos tíos negros
Con sonrisas maravillosas
Como de bailadores de tap de Harlem,
Esos que ni se dan cuenta de la tristeza
De tan común que es.
Todos eran bellos, profundos y muy negros,
Recortaban sus siluetas contra la puerta
Y eran como dioses que descendían
A besarte, porque tú eras la ofrenda.
Nicolás tocaba la trompeta, Abraham escribía
Y Pedro era una gran promesa;
Mi padre los adoraba a todos, me presentaba
(¿dije que yo era la ofrenda?)
Y ellos me alzaban en sus hombros
Como si yo fuera un héroe y ellos la multitud
Que enardecida me recibía victorioso.
Tenía tías maravillosas también, que bordaban
Esa vida de los héroes a los que yo me parecía;
Nancy recordaba la flauta de Richard
Y Maité narraba historias con mi madre.
Pero esa era otra vida, y no era oscura
Como el patio en que discurría
Sin que yo la viera por entre las tendederas.
Ya no hay dioses, los templos descascarados
Dicen que son otros tiempos
En que se ultraja a los sacerdotes, y los dioses
Se repliegan asustados en mi edad.
De vez en cuando, como un eco lejano, Nicolás se ríe
Y es como si sacara la trompeta, pero
Nadie quiere saber de Pedro (la promesa)
y Abraham no escribe, sino susurra misterios
En los hombros de Olofi
Porque él es el héroe, yo soy un sacerdote viejo.

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