Balada de los amigos de mi padre
A todos ellos, que saben quiénes
son
Para no ser menos
poeta que otros
Me regodearé en mí
mismo, iré
Tan hondo que mis
propios fantasmas
Se asustarán de lo
oscuro, y seré yo quien vea.
Yo nací entre
grandiosos tíos negros
Con sonrisas
maravillosas
Como de bailadores de
tap de Harlem,
Esos que ni se dan
cuenta de la tristeza
De tan común que es.
Todos eran bellos,
profundos y muy negros,
Recortaban sus siluetas
contra la puerta
Y eran como dioses que
descendían
A besarte, porque tú
eras la ofrenda.
Nicolás tocaba la trompeta,
Abraham escribía
Y Pedro era una gran
promesa;
Mi padre los adoraba a
todos, me presentaba
(¿dije que yo era la
ofrenda?)
Y ellos me alzaban en
sus hombros
Como si yo fuera un héroe
y ellos la multitud
Que enardecida me
recibía victorioso.
Tenía tías
maravillosas también, que bordaban
Esa vida de los héroes
a los que yo me parecía;
Nancy recordaba la
flauta de Richard
Y Maité narraba
historias con mi madre.
Pero esa era otra vida,
y no era oscura
Como el patio en que
discurría
Sin que yo la viera
por entre las tendederas.
Ya no hay dioses, los
templos descascarados
Dicen que son otros
tiempos
En que se ultraja a
los sacerdotes, y los dioses
Se repliegan asustados
en mi edad.
De vez en cuando, como
un eco lejano, Nicolás se ríe
Y es como si sacara la
trompeta, pero
Nadie quiere saber de
Pedro (la promesa)
y Abraham no escribe,
sino susurra misterios
En los hombros de
Olofi
Porque él es el héroe,
yo soy un sacerdote viejo.
Seja o primeiro a comentar
Post a Comment