Eróstrato, por ArtSpoken
En una apuesta al seguro, el teatro ArtSpoken reestrenó el unipersonal
Eróstrato, del pinareño Ulises Cala; lo hizo con el costarricense John
Chávez, el actor original
de la primera puesta, y el sello irreconocible por lo funcional y dramático de
Yoshvani Medina. Cala afirma que
prescinde de acotaciones en sus libretos, pues escribe para directores
inteligentes; a los que prefiere dejar libertad creativa, con lo que pareciera estarse
dirigiendo directamente a Medina. El drama de Eróstrato es muy conocido en el mundo, tanto que
hasta denomina un síndrome; dícese de aquel que hace actos terribles en busca
de fama, llegando a definir un desequilibrio psicológico. Lo de actos terribles
no es menos simbólico que el drama mismo, pues consistió en incendiar el templo
de la diosa Artemisa; y es tan importante, que se le menciona en no pocas obras
literarias, aunque siempre en este sentido convencional.
La originalidad de la obra de Calas estriba en el sesgo que le da, como
un cuestionamiento de esa convencionalidad a que se ha reducido el drama; cobrando
con ello una actualidad inusitada, que puede arrojar luces incluso sobre muchas
de las contradicciones contemporáneas. Con un movimiento atrevido sin dudas, Calas
se desinteresa de los motivos del propio Eróstrato para ocuparse del fenómeno
mismo; en definitiva, esos motivos fueron sacados bajo tortura, y ya se sabe
que en esos casos se confiesa justo lo que el verdugo quiere oír. Desinteresado
incluso de esta duda, el autor se adentra en la humanidad misma del acto
salvaje con que destruye una de las maravillas del mundo antiguo; y con ello
consigue un reordenamiento ontológico, con el que explica esos recovecos en los
que se pierde el Ser.
La obra tiene pues alcances filosóficos profundos, a la vez que se ancla
en la realidad más inmediata; se adentra en las mentes del terror y muestra qué
ocurre allí, y por qué los santos son los culpables del infierno. Lo mejor, sin
embargo, es que lo hace con una riqueza de recursos que se explaya en una
escena compleja; en la que rellena el esqueleto del personaje clásico con las
dificultades miserables que arrojamos a la vida de los otros en nuestra vida
cotidiana. No hay que equivocarse, la eficacia de Cala reside en su falta de
discurso, tiene pulso suficiente para limitarse a exponer el drama; eso es lo
que lo hace tan impactante, porque no se le puede negar, no importa si se rehúye
el contacto visual con nuestras víctimas de cada día.
Yoshvani Medina sigue haciendo gala de esa funcionalidad que le permite
explotar el espacio, no importa lo grande o pequeño que sea; Eróstrato, como
todas sus obras, se adapta con facilidad al teatro de arena o al lunetario
clásico con facilidad. Su huella inconfundible sigue siendo la utilería, que le
hace ser tan funcional y flexible como dramático; esta vez consistente en un juego
de pallets de madera, que nadie sabe lo que pueden hacer hasta el momento
justo. Junto a eso, un entrenamiento que debe ser agotador y asfixiante para
los actores, pero que resulta en una expresión corporal sumamente plástica;
integrando a los actores con sus estructuras móviles —que en este caso son los
pallets— para conseguir esos efectos tan dramáticos sin reducirse al cliché.
Hay que hablar de la caracterización de Chávez, que por momentos no
consigue muy bien sus transiciones, pero tiene una actuación digna y limpia;
tampoco es que sea fácil, el unipersonal de Cala superpone dos personajes que
deben cederse el espacio mutuamente; a lo que se suman otros personajes
incidentales, también representados por el actor, y que es donde a veces se
debilita un poco. Ahí hay que tener en cuenta esa complejidad estructural de
Cala, que le da dimensiones de autor wagneriano; exigiendo unas capacidades que
incluso para el exhaustivo entrenamiento de Medina deben ser difíciles de
satisfacer, como ese pecho de la que vaya a hacer Brunilda.
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Eróstrato va a competir al circuito off Broadway de Nueva York, donde
ArtSpoken y Medina son bien conocidos; llevan consigo un rostro de Miami que la
misma ciudad desconoce, en esa vitalidad de su propio circuito teatral. Ganen o
no ganen premios en Nueva York, tanto Chávez como Medina y el mismo ArtSpoken —y
Ulises Cala con ellos— llevan ya el premio de su experiencia misma; una
experiencia que desmiente el mito de la crisis del teatro en Miami, que no es
incierto pero que es inconsistente; porque se debe sólo a la desidia y el
desdén de sus teatreros, que no consienten en mirar a la realidad y dejar de
una vez por todas esos clásicos del teatro cubano; tan extemporáneos que sólo
se explican en la futilidad, y no merecen ni el respingo ni el dinero de los pueblerinos.
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Felicitaciones
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