Non-sense
Uno de los lugares más comunes de
la crítica literaria contemporánea, es el de encontrar sentidos ocultos en las
obras literarias; que no es que no los tenga, sino que precisamente su carácter
de ocultos hace que sea difícil reconocerlos como tales. A saber, una obra tiene
siempre varios sentidos, eso se llama polisemia y es propio de la realidad;
pero esta polisemia, como un alcance propio de las cosas, rebasa siempre la intención
misma del autor. Atribuir un sentido a una obra es entonces un acto arbitrario,
que la distorsionaría en su sentido propio; que sería aquel atribuido
expresamente a la misma por el autor, a menos que deje señales también obvias
de ese otro sentido.
Las palmas en esto se las lleva la
Alicia de Lewis Carroll, tanto en el país de las maravillas como en el del
espejo; puede que por la misma circunstancia de Carroll, que era matemático, y
habría escondido signos en su obra. En realidad, más que en los libros de
Alicia, el non-sense estaría en que Carroll escondiera en ellos lo que exponía
en los tratados que escribió; lo que no niega que las historias de Alicia
tengan ese alcance, si su autor es de hecho ese científico, pero sí que él los
haya ocultado allí. Siguiendo ese mismo ejemplo, siendo Carroll un matemático
escritor de libros, lo más seguro es que refleje en estos su trabajo; sin que
eso implique que tengan otro significado que su presencia misma, sin que ni
siquiera importe si esta es objetiva o casual.
No hay dudas que este secretismo es
parte de la naturaleza snob que hoy corrompe a la literatura; con picos
escandalosos en la pretensión de estirar la banalidad del surrealismo a nivel
de densidad intelectual. De hecho, el surrealismo sería una especie de non-sense,
sólo que francés y no inglés; que por lo tanto carece del dejo gentil de la
lascivia de Carroll sobre Alice, para alimentarse con el amaneramiento de una
falsa despreocupación formal. Extraer sentidos ocultos de ese infantilismo
cínico sería lo verdaderamente infantil, demostrando que lo naif está en el
mercado y no en el estilo; que es el sin sentido —más que non-sense— en que se
pierde en Occidente el arte, por causa del snobismo.
Ojo de nuevo con los alcances y el
carácter polisémico de la realidad, presente incluso de los fenómenos
intelectuales; porque estos forman parte de ella misma, siquiera a través de
ese carácter artificial de su intelectualidad, que es real en sí mismo. Es por
esta polisemia que la realidad es comprensible en su representación, más allá
de las pretensiones mismas de esa representación; pero no porque sea un sentido
oculto, que aluda en ello a alguna trascendencia poética, sino porque los
valores que presenta son propios de la realidad que describe; no importa si se
trata de una ficción, porque esa ficción es una representación, que en ello
reproduce esos valores de la realidad.
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