Entre los méritos que
aunque dudosos no dejan de serlo, está el de no haber regresado nunca a Cuba;
que es dudoso porque conoce el titubeo antes que la decisión vertical, pero que
aun así es consistente. Sin familia en el extranjero y rechazado y humillado por
el exilio, el retorno parcial ha sido siempre una posibilidad; el recuerdo de
la presión existencial por la que dejé el país, más que propiamente política, ha
sido siempre un buen detente. Ante cada invitación, vuelve la imagen del
policía que sacia su cripto racismo en los negros marginales; que no entrando
por el aro de la carrera en letras, la danza o el look de falso cimarrón, se da
el lujo de proyectarse con suficiencia. Siempre es motivo de asombro la
voluntad de la gente para someterse libremente al chantaje gubernamental, sólo
por esa debilidad de la familia; que más que un carácter ante la mezquindad de
ese gobierno, parece más bien un mito al que aferrarse como clavo caliente.
Por eso, el aperturismo
de Obama pareció esperanzador y valioso, funcional y efectivo en su cambio de
dinámica; lo que fue un error, porque el acercamiento a Cuba no era una
estrategia política sino económica. El acercamiento a Cuba fue fraguado a
escondidas, y ya eso debió servir de aviso sobre su objetivo y su efecto real;
la clase que lo diseñó y ejecutó, fue la misma élite que manipuló al sanderismo
en las primarias demócratas con su corporativismo corrupto. La acción de Trump
es burlesca, porque dice revertir cuando en realidad reafirma el diseño y la manipulación
política; porque no se trata de que los Estados Unidos resuelvan el problema
cubano, sino de que deje de manipularlo.
Las amenazas de Trump, que no tocan los puntos clave del aperturismo de Obama,
nos recuerda que a Obama se le permitió pasearse por La Habana; que el gobierno
lanzó una aparatosa operación para contrarrestarlo, pero en lo que no fue sino
otra manipulación mediática, porque siempre han estado de acuerdo. La oposición efectiva cubana no existe, porque el gobierno
norteamericano se encargó de deshabilitarla, con los acuerdos de Jrushchov
y Kennedy; no sería casual que el enfrentamiento de Bahía de Cochinos resultara
en un fracaso en 1961, ni que el remanente fuera corrompido con una cultura
presupuestaria. Es por eso que el aperturismo de Obama
resulta tan hiriente a tan corto plazo, porque le quita al gobierno la máscara hipócrita;
y a cambio de las mismas humillaciones de parte del gobierno cubano, hemos tenido
que soportar su presencia innoble en las únicas calles en que los cubanos han
sido libres.
Entre las razones por
las que he rechazado invitaciones formales a Cuba, está el pudor y la consideración
por los artistas y escritores cubanos; no me atrevía a exhibir el poder logístico
y ejecutivo de mi salario de lavaplatos, que me hacía más efectivo que
cualquier funcionario de cultura; porque con esa miseria podía publicar,
editar, promover y adquirir más y mejor tecnología cada vez, sin comprometer mi
individualidad. A cambio del respeto y la solidaridad, he tenido que soportar
la soberbia de esos mismos a los que he considerado; que vienen patrocinados
por los costos obscenos de las universidades de aquí, a exhibirse en
conferencias que sólo les importan a ellos. Está claro que el arte oficial
cubano sí es representativo de su cultura, especializada en el jineteo y el
pinguerismo; y ante realidad tan cínica, sólo queda corroborar que la libertad
está siempre en el solipsismo, es propia e individual.
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