Wednesday, June 16, 2021

El error del señor Dubois

Se puede hacer filosofía y política de la antropología de W.E. Dubois, mas no a la inversa, y eso llamaría la atención; porque significa que en algún punto, el pensamiento del señor Dubois reproduce los vicios modernos. No hay que equivocarse, más allá de su experiencia política, la filosofía que la sostiene es claramente humanista; que es muy natural a su época pero no a su contexto, excepto por su formación excepcional e individualidad.

El problema es que ese humanismo reproducirá los vicios del original, repercutiendo en el desarrollo de su raza; y terminaría por producir un elitismo intelectual, cuya peor característica es la inconsciencia en el mimetismo. El problema no es exclusivo del caso del negro norteamericano —sí peor— en el contraste de las culturas hispánicas; cuya sensibilidad mayor por las humanidades ha producido sociedades políticamente conflictivas y económicamente atrasadas.

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En su historia del cristianismo, Paul Johnson destaca a San Agustín modelando la cultura Occidental a la medida; circunstancia que habría aprovechado con inteligencia, para sentar las bases del humanismo moderno. Sólo que por su desarrollo, esa cultura alcanzará una apoteosis, cuya decadencia resaltará sus contradicciones; como un período especial desde esa apoteosis, en que los humanistas se atrevieron al exceso de llamar a su época como la modernidad.

Algo parecido podría decirse de los negros norteamericanos con su emancipación, sólo que sin el favor del césar; más bien lidiando con un odio taimado, que habiendo perdido la guerra de secesión, todavía pudo canjear esas vidas por una concesión electoral. Por ese motivo y más pragmatismo, Dubois debió saber que no era San Agustín ante la vastedad por construir de Occidente; pero su experiencia no era la de Booker T. Washington, y por eso podía inflamarse de suficiencia moral y la abstracción humanista.

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Proveniente del ambiente literario europeo, Dubois responde al heroísmo clásico imbuido en el idealismo cristiano; una combinación tortuosa como la historia misma, y que desconoce el pragmatismo inglés; no dado como una forma de humanismo, sino por toda ausencia de tradición en ese sentido. Por eso, su experiencia personal adensa con un sentido las pretensiones simbolistas; menos amanerado y retórico que en los originales, reproducirá sin embargo su intención discursiva e ideológica.

El resultado es una comunidad depauperada y sin medios propios, en dependencia crónica de asistencia y patrocinio; de ahí el coqueteo constante con las teleologías socialistas, cuya primera falla es la subordinación del individuo. Una deriva que el menos vistoso Booker T. Washington quiso evitar, con el temprano compromiso de Atlanta; que dirigiéndose a la base capitalista en que puede determinarse toda sociedad, podía desarrollar al negro hasta la suficiencia.

De hecho, habría sido la temprana marginalidad del judío la que le diera la preeminencia económica en Occidente; al empujarlo a la indignidad de la usura, en la que pudieron construir la alternativa moderna al feudalismo. Washington, como la cultura inglesa, esquivaba para los negros la apoteosis humanista de los franceses; lo más probable que intuitiva y no conscientemente, pero con la experiencia existencial de su propia historia.

La intuición de Washington era por la prosperidad del negro, sobre la que podría establecerse por su suficiencia; en la que podía incluso haber alcanzado ese nivel de alternativa efectiva, con el poder conciliador de la economía. No hay que equivocarse, la belicosidad del Sur vencido por el industrialismo del norte clamaba por esos discursos inflamados del humanismo; pero el error, incluso si inevitable y comprensible, no deja de ser error por esas determinaciones suyas, como bien demuestra la postmodernidad.


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