Friday, June 18, 2021

La culpa del tio Tom

El tío Tom es un estigma que los negros cargan innecesariamente, porque en realidad no tiene que ver con ellos; es una historia de blancos para blancos, en que el negro sólo figura como parábola que les actualiza su contradicción primera. Incluso el elogio de Lincoln a la señora Beecher Stowe, como incitadora de la guerra, no pasa de ser una frase retórica; pues no importa que no se reconozca abiertamente, todo el mundo sabe que el motivo de la guerra no fue la abolición de la esclavitud.

No hay dudas de que la esclavitud era un tema contencioso, pero como subproducto de las otras contradicciones; no por un valor propio, como esa cuestión moral que se sobrepone a la cuestión de tarifas o la expansión en Nuevo México. Por supuesto, ninguna línea ideológica o moral es tan clara como los principios en que se sustenta; pero no deja de ser por ello mismo el borde de una abstracción, no menos convencional que esos principios.

El tío Tom así, es apenas un carácter casual, cuyo valor está en el dramatismo de su experiencia existencial; no en el valor moral que puede suponer para los negros, sino en el significado que tiene para los blancos. Es la contradicción de este valor parabólico, por el otro principio moral del heroísmo clásico, lo que lo hace conflictivo; pero cuando ese principio del heroísmo clásico es también blanco, y es incluso el que corrompiera la historia original que late en el tío Tom.

En efecto, histórico o no, el sacrificio de Cristo fue traducido a la lógica racional para la fundación de Occidente; pero con ello adquirió también el lastre de las convenciones culturales en que surgió esa lógica racional. De ahí el vuelco retórico de San Pablo, cuando lo describe como locura para los gentiles, sólo significando su trascendencia; una punta de velo lanzada al aire, que tomaron al vuelo los místicos cristianos, corrompiéndole el sentido de profunda inmanencia.

De ahí también, entonces, la perennidad del sacrificio del Cristo, que se actualiza en la perpetuidad de Occidente; en esa incomprensión de este sentido profundo de una inmanencia de Dios, tan absoluta como su trascendencia. Es un arrebato de claridad el que lleva a Beecher Stowe a reconocer en Tom la persona sufrida de Jesús Cristo; y es esa misma claridad la que motiva el rechazo de su contra parte, que negada a poner la otra mejilla, se indigna de que le exijan mansedumbre.

Sólo que esa contra parte es también el Occidente cristiano, que se rebela ante la inconsistencia de la prédica; y postulando un inmanentismo absoluto, que desconoce la trascendencia de Dios, apuesta por el enfrentamiento. Ni uno ni otro son negros o han pensado en los negros como negros, a los que sólo utilizan, blandiéndoselos entre sí; igual que el negro que toma parte en ese conflicto ajeno, y se asume bandera de ese ejército, que también lo ha arrastrado fuera del África.


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