Saturday, July 3, 2021

Apropiaciones indebidas, de Jorge Enrique Rodríguez

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Es un libro que depara experiencias mixtas, pero no malas aunque sí sorpresivas por lo inesperado; porque tratándose de buena poesía, se reconoce en este la textura de su editora, tanto como del autor. Quizás no se trate de un ascendiente directo, sino de esa textura genérica que se extiende por la poesía de los 80’s; época en que brilla con su mejor resplandor la poesía de Reina María Rodríguez, puede que no sentando el derrotero —ya viejo— pero sí marcándolo como definitivo.

El problema ahí es que se trata de poesía de al menos dos generaciones posteriores, con una estética inamovible; que así, no importa lo buena que sea —la calidad es una obsesión estética cubana— pierde necesariamente eficacia, por lo común. Salvada esa dificultad, que ciertamente es menor, uno se encuentra con unas magníficas construcciones poéticas; que hasta tienen la virtud rara hoy día de la unidad dramática, como otro filón de esa reflexión trascendente y existencial en que deviene la poesía.

Jorge Enrique Rodríguez maneja un vocabulario acorde a sus pretensiones formales, otra rara virtud hoy día; que obviamente se debe a una formación sólida más que a su imaginación, ciertamente febril pero no desbocada. Esto depara una lectura fácil, que puede rechazar al lector no informado, con ese elitismo espontáneo pero también esnob de las nuevas generaciones; es todavía una opción estéticamente válida, aunque ya saca a la poesía del reino clásico de lo necesario, para dejarla en el mero gesto.

Quizás estos poemas se habrían beneficiado de una poda más concienzuda, que eliminara algo de su frondosidad; de modo que se pudiera disfrutar del esplendor de muchas de sus imágenes perfectas, ahora opacadas innecesariamente. Incluso en ese caso, sería difícil decidir cuáles imágenes dejar y cuáles eliminar, con esa pluma fría del buen editor; pero habría dejado un edificio más sólido en la sobriedad, en vez de este que puede resultar un poco abrumador, aunque todavía hermoso.

De los poemas de Jorge Enrique, lo mejor será el alcance existencial y la profundidad reflexiva en que se asientan; logrando transmitir una comprensión de la realidad por el alcance de estas imágenes, no por un discurso. Esa es la importancia de la buena poda, que permitiera una mejor claridad en un asunto ya de por sí oscuro; que es el problema que siempre ha tenido la poesía, tan mal entendido en las diatribas antiformalistas de los postmodernos.

No obstante, la experiencia está ahí para quien quiera y pueda acceder a ella, en una magnífica poesía; que incluso exhibe una madurez impensada, tratándose de una persona que no poda su imaginario. Lo salva esa no contención pero sí moderación, que va obviamente en el poder de su formación; como un lastre increíblemente precioso que lo salva cuando lo hunde, como un raro efecto de compensación.

Los etruscos no postulaban la perfección como los griegos, sino que apostaban al dramatismo de lo irregular; ese debe haber sido el candil de este libro, por sobre la unión del autor con sus editores, en el espíritu. Apropiaciones indebidas se ofrece así como una propuesta muy elaborada, pero todavía candorosa e ingenua; que aferrándose a la perfección pierde equilibrio, dejando ver lo mejor de ella en ese vértigo del pie que no encuentra donde posarse.

El autor es más conocido por su trabajo periodístico, como una sombra que amenazaba esta proyección poética; cuyo peligro de contaminación puede ser incluso el morbo que impulse a la compra, para depararnos una sorpresa feliz. No hay aquí ese trasiego de escritores inexpertos, que hacen periodismo en la poesía y viceversa; esto es un magnífico libro de poemas, que promete un futuro feliz al autor si se lo toma en serio, pero que igual ya vale la pena por sí mismo.



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