Saturday, July 3, 2021

W.E. Du Bois, Booker T Washington y el compromiso de Atlanta

El llamado compromiso de Atlanta es un discurso de Booker T. Washington, en la Exposición Internacional y de los Estados del Algodón; que se celebró en Atlanta en 1895, y a la que fue invitado por los organizadores de evento, en un movimiento atrevido que aprovecharía en busca de recursos y financiamiento. El discurso fue objeto de controversia para W.E. Dubois, que lo enfrentó como un programa ideológico contrario al suyo propio; no obstante, aunque obedecía a un proyecto de educación a largo plazo, no era un programa político sino el discurso del presidente de una universidad, ante posibles donantes y recursos.

Los mismos organizadores de la exposición habrían tratado de atraer recursos y financiamientos del norte con esta invitación; que ofreciendo el futuro del recién inaugurado mundo negro como espacio de inversión, prometía grandes ganancias para todos. De ahí la abierta negociación, en que Booker T. Washington ofrece dejar de lado los enfrentamientos sociales y políticos; pero no pasivamente, sino a cambio de la posibilidad de un desarrollo sostenido, que ofreciera a ese pueblo negro la resiliencia del judío a lo largo del medioevo europeo.

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El mismo Du Bois, cuando le dedica un capítulo en Las almas del pueblo negro, reconoce la originalidad de Washington; al que trata como líder no de una raza sino de dos, aludiendo a esta capacidad para conciliar los intereses de las partes enfrentadas. También reconoce el hecho de que es esta capacidad la que otorgó el ascendiente político a Washington, por sus resultados prácticos; la insistencia de Du Bois en darle carácter ideológico después de esto, sólo ilustraría su propia apelación a una supremacía moral.

Como ejemplo, la insistencia en que Washington virtualmente aceptaba la supuesta inferioridad de los negros; después de haber reconocido que era sólo una cuestión de prioridades, en que lo que se buscaba era la suficiencia misma de la raza como clase. Du Bois alega que a un pueblo que entrega el respeto, o deja de esforzarse por ello, no vale la pena civilizarlo; acto seguido enumera las consecuencias de la política de apaciguamiento, aunque aclara de inmediato que la culpa no es directamente de Washington, sino de sus actos.

Menos pragmático, la aspiración de Du Bois está anclada en el concepto tradicional de heroísmo occidental; y era incapaz en ello de transar en negociaciones políticas, que ofrecieran otra cosa que la reivindicación inmediata de la raza negra. Fácil de criticar hoy día, habría que tener en cuenta sin embargo su propio contexto social y político, sus propias referencias existenciales; que claramente desconocían toda forma de pragmatismo político, como lo desconoció el humanismo triunfante desde Europa que lo alimentaba.

Todavía hoy, la contradicción política está determinada por ese paradigma, ya en decadencia pero de valor aún existencial; como se observa en el alineamiento que todavía define estas contradicciones, en el rechazo de los valores típicos norteamericanos. Más concretamente que la fácil identificación con una militancia marxista o comunistas, lo mostraría la más sutil justificación en el humanismo occidental que comparten Angela Davis y W.E. Dubois; que les hace ignorar los horrores de la discurso político que profesan, condenándolos en el que enfrentan, en la muestra más flagrante de inconsistencia.

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Booker T. Washington estaba hecho de otra fibra, no había nacido de padres libres, ni gozó de una educación liberal en Europa; así, manteniendo el mismo horizonte, conocía la inmediatez de las dificultades de la naturaleza humana, más que la belleza de su abstracción. De ahí se entiende la alineación última de Du Bois con el comunismo, más política que ideológica, contrario a su identidad socialista; porque lo que él rechaza, que es la esencia de Washington, es la vulgaridad de ese pragmatismo, que define al país más que sus horrores.

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Sólo que sería este pragmatismo el que ofreciera un asidero a la raza negra en los Estados Unidos, para que se consolidara como clase; esa fue la resiliencia del pueblo judío desperdigado en Europa, que terminó imponiendo sus condiciones al mundo. Esa contradicción no es gratuita, sólo ahora el capital en juego es intelectual, y esto como vicio del elitismo moderno; pero en la época crucial a que acude hoy ese reivindicacionismo intelectual para justificarse, el capital era económico. Eso es apenas natural, lo que se conoce como capitalismo moderno es otra falacia intelectualista; que teniendo sentido en los postulados de Saint Simon y hasta de Marx, esconde el sólido autoritarismo feudal de la burguesía como nueva aristocracia.



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