El neo-escolasticismo de Bernardo Kastrup
Ese estadio sería el que resulte interesante, pero no determinado por esa escolástica neo-idealista de Kastrup; sino por la del Realismo, subsumido en el medioevo por el periplo idealista, que va de San Agustín a Hegel. El neo-idealismo de Kastrup no puede participar de esta emergencia, aunque eso es lo que pretende con su aggiornamento; porque se ancla en esa apoteosis del Idealismo, que es Hegel en el borde de la Modernidad, tratando de extenderla; como mismo el neorrealismo de Maritain fue la protesta —hermosa e inútil en el patetismo— contra esa apoteosis idealista.
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A saber, la nueva escolástica —impulsada por Kastrup— deshace el espectro hermenéutico del catolicismo; al que de entrada no le interesa defender, debilitándolo ya en esta indiferencia, que resalta la gratuidad de sus presupuestos. Esto es paradójico, partiendo de la suficiencia hermenéutica de la tradición idealista, desarrollada de Kant a Hegel; ya que esta suficiencia proviene de los presupuestos lógicos del cristianismo, dados como necesarios desde San Agustín.
Interesado en el cuerpo hermenéutico del Idealismo, Kastrup mantiene ese límite, anclado en su origen doctrinario; no importa si factualmente no se interesa en esa naturaleza de su filosofía, sino que busca conciliarla con la ciencia. En definitiva, el problema de la tradición idealista ha sido siempre su bagaje epistemológico, no su lógica; que resulta distorsionada por ese bagaje, pero no por su estructura misma, de origen realista, en el aristotelismo.
Es ese carácter defensivo lo que deshace ese cuerpo hermenéutico, que Kastrup trata de salvar en su crítica; que es al realismo, en una función negativa —como crítica— antes que positiva, ya que de hecho no postula algo. Esto es importante, porque Kastrup ni siquiera niega el Realismo —que admite como experiencial— sino que lo condiciona; de modo que se trata más bien de una adecuación epistémica, en que retrocede ante los avances científicos.
La singularidad de esta emergencia y originalidad del Realismo, es precisamente su independencia epistemológica; que le permite una adecuación efectiva de la ontología tradicional, pero desde el objetivismo hegeliano; que no es en lo que se ancla Kastrup sino en el trascendentalismo, como justo el presupuesto que Hegel trata de superar. Hegel no lo consigue, precisamente por el lastre epistémico de su tradición, en esa necesidad de Dios que lo complica; pero cuya obsolencia no basta para liberar el sistema, ya que este es el que está determinado por su centralidad.
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