Friday, May 30, 2025

El neo-escolasticismo de Bernardo Kastrup

El llamado Idealismo Analítico de Bernardo Kastrup ha suscitado una discusión tan grande, que recuerda la escolástica; pero aquella consolidaba el espectro hermenéutico del catolicismo, esta por el contrario lo deshace. La diferencia es capital, porque apunta al resultado posible, que en ambos casos es de la cultura occidental; pero como naturaleza que, en su disolución progresiva, da lugar a la emergencia de un nuevo estadio de esa cultura. 

Ese estadio sería el que resulte interesante, pero no determinado por esa escolástica neo-idealista de Kastrup; sino por la del Realismo, subsumido en el medioevo por el periplo idealista, que va de San Agustín a Hegel. El neo-idealismo de Kastrup no puede participar de esta emergencia, aunque eso es lo que pretende con su aggiornamento; porque se ancla en esa apoteosis del Idealismo, que es Hegel en el borde de la Modernidad, tratando de extenderla; como mismo el neorrealismo de Maritain fue la protesta hermosa e inútil en el patetismo contra esa apoteosis idealista. 

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Maritain ignoraba puede que a conciencia la naturaleza idealista que coartaba al Realismo de Santo Tomás; como un pie de San Agustín sobre su calva, que se niega a ceder las bridas del carromato del Cristo en su apoteosis. Igual Kastrup ignora puede que a conciencia el Realismo que resquebraja inevitable todo ese Idealismo; como un globo de rigor científico, que muestra las contradicciones cuánticas de su trascendentalismo. 

A saber, la nueva escolástica —impulsada por Kastrup— deshace el espectro hermenéutico del catolicismo; al que de entrada no le interesa defender, debilitándolo ya en esta indiferencia, que resalta la gratuidad de sus presupuestos. Esto es paradójico, partiendo de la suficiencia hermenéutica de la tradición idealista, desarrollada de Kant a Hegel; ya que esta suficiencia proviene de los presupuestos lógicos del cristianismo, dados como necesarios desde San Agustín. 

No importa cuán contradictorio esto puede parecer, es lo que explica el substancialismo del Realismo tomista; en la inviolabilidad de la doctrina —no en la excelencia filosófica—, fijada por San Agustín al sellar la Patrística. Por eso la Escolástica no es un desarrollo universal y libre, sino dentro de los límites marcados de la doctrina; y que se van a mantener —siquiera como el problema de Dios— a lo largo de la tradición idealista, con esa apoteosis de Kant a Hegel. 

Interesado en el cuerpo hermenéutico del Idealismo, Kastrup mantiene ese límite, anclado en su origen doctrinario; no importa si factualmente no se interesa en esa naturaleza de su filosofía, sino que busca conciliarla con la ciencia. En definitiva, el problema de la tradición idealista ha sido siempre su bagaje epistemológico, no su lógica; que resulta distorsionada por ese bagaje, pero no por su estructura misma, de origen realista, en el aristotelismo. 

De hecho aún, el problema del Idealismo estaría en este origen agustinita, que extrae su base lógica del neoplatonismo; saltándose la corrección aristotélica, en el substancialismo objetivo de Plotino, con ese exceso con que concluye la Patrística. Esto explica que la naturaleza propia del neo-idealismo de Kastrup sea defensiva en la crítica, como aquel neorrealismo de Maritain; también que su esfuerzo sea inútil en el patetismo, como aquel otro, propio de la cultura más que de una necesidad real. 

Es ese carácter defensivo lo que deshace ese cuerpo hermenéutico, que Kastrup trata de salvar en su crítica; que es al realismo, en una función negativa —como crítica— antes que positiva, ya que de hecho no postula algo. Esto es importante, porque Kastrup ni siquiera niega el Realismo —que admite como experiencial— sino que lo condiciona; de modo que se trata más bien de una adecuación epistémica, en que retrocede ante los avances científicos. 

Su crítica al Realismo padece entonces el mismo exceso que en Feuerbach y Marx, reduciéndolo a la materia; con lo que este resultaba ya entonces en un falso realismo, porque no alcanzaba a establecer su ontología singular. En efecto, la crítica de Feuerbach al absolutismo de Hegel dependía de sus mismos presupuestos ontológicos; establecidos de Kant a Hegel —con la base de Descartes a Spinoza—, como propios de esa tradición que criticaba. 

La singularidad de esta emergencia y originalidad del Realismo, es precisamente su independencia epistemológica; que le permite una adecuación efectiva de la ontología tradicional, pero desde el objetivismo hegeliano; que no es en lo que se ancla Kastrup sino en el trascendentalismo, como justo el presupuesto que Hegel trata de superar. Hegel no lo consigue, precisamente por el lastre epistémico de su tradición, en esa necesidad de Dios que lo complica; pero cuya obsolencia no basta para liberar el sistema, ya que este es el que está determinado por su centralidad. 

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