Florilegio por Rubí Arana
A la rudeza intelectualista con que se impusieron los postmodernos, en el cumplimiento prepotente de la Modernidad; a eso debemos el olvido de la gentileza de aquellos juegos florales, en los que podía reconocerse a una Ibarbouru como Juana de América. La gentileza, como siempre, queda en la cultura popular; que sin pudor pudo reconocer en figuras como Libertad Lamarque esa receptividad de una Novia de América, vindicando así su propia poética. Pues bien, la Poesía, dama gentil, deja caer el sedoso guante; Dama Poesía espera, hierática y estatuaria, al caballero que casaliano le devuelva la pieza después de sacudirle el polvo.
Ha de ser por eso que en Miami florece lo que tal vez sea la ultima florecilla de esa estirpe poética de mujeres americanas; Rubí Arana, la Sibila de Kendall, viene para reinar en la restauración, emperatriz de la Florida como Catalina la Grande de las Rusias; y viene desde la volcánica tierra de Maese Darío, el Precursor, Titan indiscutible del Modernismo [latino] americano. Son ya varias las ocasiones en que es la basta América del Norte quien vindica las graciosas aspiraciones del Sur; esta es otra, y bien haríamos los hijos de Nuestra América en reconocer este imperio nuevo en un gesto de deshinbida galanteo. Si, la hermosa Rubí, como piedra que no se avergüenza de su color, es nuestra emperatriz de la florida poética; distante de aquellas cortesanas que encandiladas por la aspereza varonil se refugiaron en el fatuo intelectualismo, ella ha de aceptar este [ya] desempolvado guante suyo.
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