Saturday, April 12, 2025

¿Escatología cubana? Occan navajea sanguinario ángeles sobre la Habana II/III

La ilustración de este fenómeno, estaría en el dilema martiano, como sublimación del egoísmo de los patricios; tratando de embutir, con la fuerza de su idealismo, toda la contradicción histórica del proceso independentista. Recuérdese, Martí desconoció la voluntad popular de una identidad española, reflejada en la masividad del voluntariado; y esa violencia primigenia explicaría la insuficiencia posterior, acudiendo al intervencionismo norteamericano.

Reducir los problemas del nacionalismo a la discusión teórica en que se justifica, es entonces la debilidad de este libro; desconociendo la realidad que se expresa en su historia, y que es en últimas su determinación antropológica. Que la modernidad desconozca esta noción antropológica en su filosofía, es apenas natural y lógico, en tanto moderno; pero que la postmodernidad en que esto decae persista en esa omisión, daría cuenta de la fatalidad de esa insuficiencia.

La escatología —que pretende este libro— no es sólo la ciencia de la salvación, como trascendencia teológica; en ese sentido este libro se dirigiría a lo que critica, multiplicando ángeles (conceptos) inútiles en el abstraccionismo; pero la escatología es también la ciencia de los desechos, como ese iluminismo que fallece con la modernidad. En principio entonces, este libro se fascina como el catolicismo, con esa muerte a la que dice negarle la victoria; no puede ser de otro modo, porque parte del convencionalismo que la inflige, y que fue a lo que el Cristo opuso su escándalo y locura.

Entre los errores históricos del libro, destacan las reducciones también típicas sobre el exterminio indígena en Cuba; que desconoce su relativo despoblamiento inicial, dado el estado de la ocupación taína durante la colonización. Más grave es la reducción de su estructura económica al modelo de la plantación, como determinante de la cultura cubana; cuando el modelo de plantación no sólo es posterior a la ocupación inglesa (1762), sino que también es parcial; excluyendo lo que podría ser incluso el primer conflicto del capitalismo de estado en el nuevo mundo, sobre el estanco del tabaco (1717-23).

De ahí a los errores lógicos de la filosofía moderna del análisis, hay que superponer sus pretensiones de alcance; que condicionan su objetividad en una data confusa, de valor tan ideológico y parcial como el que critica. Ya acercamientos anteriores, como el de C. L. R. James en Los jacobinos negros, cayeron en esa generalización economicista; ignorando la organización medieval de la expansión española en la estancia, como cultura que deriva en el patriciado, incluso el que deriva en plantacionista.

Eso explicaría diferencias funcionales con la burguesía norteamericana, en la base de las contradicciones de la república; que no es reducible a una abstracción universalista, por la extrema complejidad en que se expresa. El problema estribaría en que la plantación es el modelo que conocen y discuten los intelectuales del siglo XIX; no el que vive la población real, sedimentado desde el siglo XVI como carácter popular, incluso en su patriciado.

La estancia sería la base —como determinación— económica del individualismo cubano, como de toda otra cultura; en crisis precisamente en el siglo XVII, con los problemas finales del feudalismo europeo (Westfalia) como occidental; sólo que desconocida por su intelectualidad, como también es típico y recurrente, por su especialización de clase. Por eso, postular una precariedad del individualismo en Cuba por su determinación económica, es otra ficción intelectual; que ilustra ese distanciamiento —propio del pensamiento moderno— de lo real, centrado en sus objetos conceptuales.

Por eso también, es igual de escandalosa la también típica reducción al economicismo de Moreno Fraginals; que es importante, pero excluye el carácter exógeno de esa estructuralidad, derivada de la debacle haitiana. Incluso aquí, el plantacionismo se desarrolla más hacia Occidente —por la influencia inglesa— que hacia Oriente; donde la migración franco-haitiana se adapta —en su propio contrapunto— a la producción cafetalera, más estanciera que plantacional; porque el contrapunteo cubano no es dicotómico sino tricotómico, mediado por el contrapeso del café en Oriente.

No será casual entonces que la ilustración cubana sea mayormente occidental, ignorando al resto del país en su idea; como refleja la desproporción geográfica, de la primera convención constitucional cubana, en Guáimaro. Véase esto en la reducción del sujeto nacional al habanero, amurallado con la recuperación de la capital de la ocupación inglesa; en un país cuya extensión y configuración física lo divide en tres regiones, no sólo geográficas sino culturales. 

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