Manifiesto Neo-Realista
Nos han dicho que el sujeto es fundamento, que la materia es lo real, que
la verdad es adecuación y que la historia es progreso; pero mentían, la
modernidad —que prometió libertad— entregó abstracción, y la crítica —que
denunció la opresión— olvidó al mundo. El materialismo, que quiso redimir al
cuerpo, sólo lo convirtió en objeto técnico, abstracto, de valor político y no
existencial; hoy todo es representación, el pensamiento se convirtió en
comentario, la política en administración, la cultura en repetición muda de
gestos sin tierra.
¡Basta!
No venimos a interpretar el mundo, ni a reemplazar teorías muertas por
doctrinas supuestamente vivas y sublimes; venimos a comprender al mundo en vez
de interpretarlo, a devolverle su estructura ontológica, su elán. A eso lo llamamos
Realismo Trascendental, condicionando a la inmanencia de lo real toda trascendencia
posible; porque no es un retorno a la metafísica, ni es una defensa del
idealismo., en cualquiera de sus formas desde Platón.
La tarea no es volver, sino recomponer, porque no hay política sin mundo, verdad
sin forma, ni historia sin cultura; por eso nos dirigimos a quienes ya no creen
en las promesas de la razón ilustrada, ni en la institucionalidad del
pensamiento crítico. Nos dirigimos a quienes sienten que el lenguaje ya no
construye, y que la historia avanza como una máquina sin alma; a quienes aún
creen en la escritura como acto de mundo, en el pensamiento como gesto que
estructura lo real.
No es esto por tanto para cerrar la historia, sino devolver al pensamiento
su suelo, como la parábola que era; no tenemos nada que perder, salvo la
abstracción que nos categoriza robándonos
la vida, y sí mucho que ganar. Nuestra
tarea no es criticar el mundo ni explicarlo, sino comprenderlo en esa
experiencia que lo hace aparecer; porque toda política sin mundo es gestión, la
crítica es ruido, y la filosofía sin ontología es sólo un comentario banal.
Negamos al sujeto trascendental, a la materia sin forma, negamos a Dios
como garantía, al lenguaje como prisión; afirmamos que el mundo es una
estructura viva, que el sentido emerge en la relación, y que la verdad se
prueba en el cuerpo. El objeto no es sustancia ni representación, es función fenomenológica,
y llamamos a esto Realismo Trascendental; porque reconocemos la trascendencia
en la realidad de los objetos como reales, como condición de su inmanencia.
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