Saturday, April 19, 2025

Manifiesto Neo-Realista

Como Anteo antes del abrazo inteligente de Hércules, el espectro de la Modernidad se sienta sobre el mundo; lo arruina con su historia, que la separa todo, al hombre de la realidad, la forma de la materia, el pensamiento de la vida. El mundo salta del dogma al método, del método al concepto, y del concepto a la gestión, que es política; pero en ello ha sido vaciado de realidad, y la Razón —con su apariencia triunfante— de consistencia.

Nos han dicho que el sujeto es fundamento, que la materia es lo real, que la verdad es adecuación y que la historia es progreso; pero mentían, la modernidad —que prometió libertad— entregó abstracción, y la crítica —que denunció la opresión— olvidó al mundo. El materialismo, que quiso redimir al cuerpo, sólo lo convirtió en objeto técnico, abstracto, de valor político y no existencial; hoy todo es representación, el pensamiento se convirtió en comentario, la política en administración, la cultura en repetición muda de gestos sin tierra.

¡Basta!

No venimos a interpretar el mundo, ni a reemplazar teorías muertas por doctrinas supuestamente vivas y sublimes; venimos a comprender al mundo en vez de interpretarlo, a devolverle su estructura ontológica, su elán. A eso lo llamamos Realismo Trascendental, condicionando a la inmanencia de lo real toda trascendencia posible; porque no es un retorno a la metafísica, ni es una defensa del idealismo., en cualquiera de sus formas desde Platón.

Es una restitución de lo que existe como estructura real, una filosofía que no comienza en el sujeto, ni la materia; sino que parte de la relación que forma mundo, y en la que el objeto lógico no es cosa ni idea sino función y sentido. Donde las cosmologías antiguas eran unidad, la modernidad —que comienza en la era arcaica—fue escisión; donde hubo forma, impusieron categoría, y donde hubo vida para esa forma impusieron la mortandad del concepto.

La tarea no es volver, sino recomponer, porque no hay política sin mundo, verdad sin forma, ni historia sin cultura; por eso nos dirigimos a quienes ya no creen en las promesas de la razón ilustrada, ni en la institucionalidad del pensamiento crítico. Nos dirigimos a quienes sienten que el lenguaje ya no construye, y que la historia avanza como una máquina sin alma; a quienes aún creen en la escritura como acto de mundo, en el pensamiento como gesto que estructura lo real.

Nos dirigimos a quienes ven a la cultura como campo de aparición, porque el Realismo Trascendental no es un sistema; es una dirección —una forma de mirar, de escribir, de habitar—, es una reconstrucción de la unidad perdida entre forma y vida. Contra la crítica estéril y nihilista, la ontología en que se revela al mundo, pero a sólo a quienes lo puedan ver; porque el Realismo trascendental es sólo el instrumento, con que amplificar esos procesos propios de lo real.

No es esto por tanto para cerrar la historia, sino devolver al pensamiento su suelo, como la parábola que era; no tenemos nada que perder, salvo la abstracción que nos categoriza robándonos la vida, y sí mucho que ganar. Nuestra tarea no es criticar el mundo ni explicarlo, sino comprenderlo en esa experiencia que lo hace aparecer; porque toda política sin mundo es gestión, la crítica es ruido, y la filosofía sin ontología es sólo un comentario banal.

No pensemos desde la ruina, sino desde ella, porque venimos del colapso y el simulacro institucional de la crítica; no fundemos escuelas ni sigamos una tradición, no seamos herederos sino testigos, porque hemos visto y tocado el vacío. El objeto lógico ha sido desplazado, de ser estructural pasó a conceptual, producto de análisis y vacío existencial; y esa ausencia fue suplida con el trascendentalismo estético del arte moderno, como un realismo funcional en su existencialismo; sólo que también el arte sucumbió al conceptualismo, y sólo queda devolver al conocimiento su realidad, vital y naturante.

Negamos al sujeto trascendental, a la materia sin forma, negamos a Dios como garantía, al lenguaje como prisión; afirmamos que el mundo es una estructura viva, que el sentido emerge en la relación, y que la verdad se prueba en el cuerpo. El objeto no es sustancia ni representación, es función fenomenológica, y llamamos a esto Realismo Trascendental; porque reconocemos la trascendencia en la realidad de los objetos como reales, como condición de su inmanencia.

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