Thursday, April 17, 2025

El problema con el capitalismo I/III

Uno de los mitos fundamentales del capitalismo moderno, probablemente sea el de la mano invisible de Adam Smith; por el que la economía se sostiene en la libertad del intercambio, satisfaciendo las necesidades puntuales. De hecho, como principio, este de la mano invisible es completamente racional, pero insuficiente en esa racionalidad; habitualmente sobrepasada por la compulsividad de los mismos intereses en que se basa, contradiciendo todo el sistema.

El problema sería que nada actúa como principio, abstracto y universal, sino en circunstancias también puntuales; con unos desarrollos superpuestos, cada uno diacrónico respecto a los otros, y con los que eventualmente colisiona. En este caso, la libertad de mercado quedaría limitada por su capacidad factual, en la función infraestructural de la sociedad; lo que, como orden interno o doméstico (oiko-nomós), no rebasa la estructura total de que se trate, como unidad política.

Eso quiere decir que el mercado nunca habría sido libre, más allá de esa unidad política que organiza como infraestructura; a la que responde por su sistema de impuestos, desde los inicios de la historia, en las culturas antiguas. De ahí la extrema singularidad del caso micénico, cuando el comercio fenicio excediera su propio marco regulatorio; sobreponiendo a la economía en esa función infraestructural, devenida en supra estructural, pero en Micenas y no en Fenicia.

Eso se debería a la debilidad relativa del área micénica —en su función estructural—, luego del cataclismo minoico; como excepción, por la que la economía substituye a la religión en su función supra estructural, como política. Esta peculiaridad es entonces exclusiva de la cultura occidental, originada en esa excepción, y no un principio universal; y que por tanto no puede determinar la compleja estructura moderna, que excede aquella circunstancia en que se originara.

Por supuesto, la sistematización de Adam Smith es positiva, y no alcanza a ver sus limitaciones fenoménicas; sino que se desarrolla como principio, desde la base factual de su historia, como referente en vez de determinación. No importa si Smith no percibe esa limitación, propia del análisis abstracto, que desconoce la excepcionalidad histórica del fenómeno; la economía moderna, en ese momento, es un amasijo de contradicciones formales, sólo parcialmente comprensibles.

En ese momento, Smith desconoce la artificialidad del mercado, sostenido por el consumo, y en ello inflacionario; en una proyección aún positiva, por la importación de bienes de consumo desde el llamado Nuevo Mundo; que siendo mayormente suntuarios, no sólo no satisface ninguna necesidad, sino que de hecho las crea artificialmente. La distorsión del mercado —como de su función super estructural basada en su capacidad infraestructural— como realidad es inevitable; ya que se apoya en la importación también masiva de metales preciosos, que sostiene ese consumo, con la creación de dinero.

La economía moderna consiste entonces en ese proceso de inflación progresiva, sobre el índice de consumo; que en algún momento sobrepasa la capacidad infraestructural de la economía, afectándola en esa función superestructural. Esa es la contradicción intrínseca de la economía moderna, que aflora en la postmodernidad, como crisis política; porque es de esa capacidad infraestructural de la economía, expresada en su determinación superestructural de la sociedad.

Por supuesto, el Socialismo no es sino otra contradicción de ese capitalismo, y por tanto no puede solucionarlo; ya que esta contradicción es artificial —en tanto formal—, si toda la economía se resuelve en su corporatividad. El problema lo habría introducido el fenómeno de la plusvalía, como otro principio básico del capitalismo; que incentivando la producción, sólo enmascara la distorsión del mercado, por su dependencia del consumo.

El problema general, estaría entonces en esa determinación del mercado por sus niveles de consumo y no de producción; con la única diferencia funcional, entre el capitalismo y el socialismo, de su liberación y regulación respectiva. En cambio, como principio natural de la sociedad, el mercado sería sólo un elemento secundario de su organización; por lo que sería esta sobreposición la que distorsione el sistema, al hacerlo funcionar super estructuralmente, desde su capacidad infraestructural.

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