Thursday, April 17, 2025

El problema con el capitalismo II/III

Recuérdese que antes de su desplazamiento la economía, la función super estructural era propia de la religión; desarrollada también desde una función primaria, como infraestructural, con la administración del capital. En esto, se trata del capital como el conjunto de recursos necesarios para el desarrollo político, como medios de producción; que en los principios antropológicos de la historia, incluyen la guerra y la organización de la sociedad en su estructura política.

Como principio económico, la plusvalía distorsiona entonces el sistema, se dirija a la propiedad privada o la colectiva; ya que con ello distorsiona el otro principio, propio de los procesos productivos, con la acumulación de riqueza. Dirigida a la mantención de la sociedad, con su base en el individuo, la economía no se dirigiría por principio a la creación de riqueza; sino a la conversión de los recursos naturales, en relación directa con sus necesidades puntuales de esa estructura.

Es obvio y natural que eventualmente esto produzca excedentes, codificados y usados políticamente como fuerza; produciendo esas otras distorsiones estructurales del capitalismo, como la de la expansión fenicia en Micenas; que sin embargo no deja por ello de ser una distorsión, incluso si natural, dando lugar a esos desarrollos, también naturales. En todos los casos se trata de contradicciones propias de la cultura, en la organización de la sociedad con su expresión política; radicando en los principios de esa organización, con la economía tribal, distorsionada con la proyección imperial.

El problema estaría tanto la Fenicia que se expande a Micenas, como esta Micenas y la Creta del cataclismo minoico; ya que todas habrían excedido el principio básico de la función económica en la estructura social, con su proyección imperial. La prueba estaría en que todas las culturas obedecerían en alguna medida a esta misma distorsión, como económica; ya se trate del imperio chino en Asia o el asirio y su tradición sobre el Medio Oriente, o los imperios africanos; que difieren de la tradición mercantilista occidental en su subordinación al estado, pero no en el determinismo político de la economía.

En contraste, las economías tribales —no imperiales— africanas no sobrepasan esta función primaria de la economía; incluso si acceden a codificarla en la convencionalidad del dinero, que sin embargo no es artificial sino un recurso natural; e incluso si eventualmente producen una acumulación relativa de riqueza, que las hace susceptibles a esa misma distorsión. La diferencia radicaría en la organización de la sociedad, sobre la estructura matrilineal del clan, y no la convención política; ya que esto sería lo que dirija la producción, principalmente a la satisfacción de necesidades reales, y no suntuaria.

Eso es por supuesto relativo, y no quiere decir que la estructura no se mantenga susceptible a esas mismas distorsiones; como muestra la historia de todas las tribus, que en algún momento sufren alguna forma de proyección proto imperial; pero también prontamente superada, por la insuficiencia infraestructural para sostener ese crecimiento en su exponencialidad. Este es el equilibrio sobrepasado por el capitalismo primitivo en la Grecia clásica, con la expansión del mercantilismo fenicio; como primera distorsión, que poniendo el énfasis en el consumo antes que la producción, ya no puede ser adecuada en esa insuficiencia.

Por supuesto también, esto hace insoluble la crisis actual de Occidente, en tanto es de sus principios funcionales; que sólo se superaría en una nueva emergencia antes que en una adecuación, imposible en tanto estructural. Esta adecuación imposible es la de una solución política, como expresión y no determinación de la estructura; que sea en un modelo socialista o capitalista, seguiría siendo determinada por el consumo y no la producción.

La prueba de eso estaría en la dependencia del sistema del mercadeo, como determinación artificial del consumo; ya que si tuviera esa capacidad de satisfacer necesidades reales, haría del mercadeo un servicio superfluo en su duplicación. Toda esta artificialidad sin embargo, se sostiene en la otra de la tensión crítica —también artificial— entre las clases políticas; no en una dicotomía de la burguesía y el proletariado, sino en la tricotomía que introduce la clase media, por su improductividad.

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