Tuesday, April 15, 2025

De la servidumbre a la ciudadanía administrada, genealogía de la clase media

La abolición de la servidumbre en la era napoleónica, se interpreta tradicionalmente como de emancipación política; sin embargo, centrado en la narrativa del progreso, esto olvida que sólo se trataba de una reconfiguración del poder. Al exportar el Código Civil e imponer su estructura administrativa, Napoleón transformó la relación entre los individuos y el Estado; lo que antes era una sujeción al señor feudal, era ahora la inscripción del ciudadano a un cuerpo legal y administrativo centralizado.

Lejos de representar una ruptura, esta transformación habría sido sólo la actualización del feudalismo medieval; surgida en el declive merovingio, cuando los mayordomos de palacio —en particular Carlos Martel— consolidaron un poder; basado de hecho en la organización y la gestión, no en la nobleza hereditaria. También de hecho, esa misma nobleza hereditaria habría sido una corrupción de la meritocracia guerrera que la establece; que como base de la nobleza, hace de la herencia patrilineal una convención política, como privilegio de clase.

Como habría mostrado Georges Duby, el ascenso carolingio constituyó una inversión de la lógica aristocrática: el poder efectivo pasó a manos de aquellos que sabían administrarlo; y al ser ungido por el papa, Pipino el Breve consuma la alianza entre política profesional y legitimación religiosa, configurando un nuevo principio de soberanía[1]. Ese principio es lo que identifica Max Weber, en la transición hacia el “dominio legal-racional” como pilar de la modernidad; con la legitimación del poder por el conocimiento técnico, la jerarquía impersonal y la eficiencia burocrática[2]. La clase media profesional, heredera de esos profesionalización carolingia, deviene en la clase política del Antiguo Régimen; como columna del Estado, que ya no depende del linaje, sino el diploma, que certifica su derecho a ejercer autoridad.

Por su parte, Michel Foucault desplazaría la atención, de la soberanía a los dispositivos de control del cuerpo social; describiendo cómo la modernidad desplaza la sujeción directa hacia formas de normatividad difusa, como el registro y la vigilancia[3]. Las instituciones del estado son en verdad mecanismos de control que reconfiguran la relación entre individuo y poder; el ciudadano es en realidad un sujeto administrado, condicionando su libertad personal a la abstracción del Bien común[4].

El estamento privilegiado que ejerce esta administración es la clase media, que para Pierre Bourdieu porta el capital; simbolizado en la escolaridad, el lenguaje legítimo, el hábito profesional y otras convenciones de ese imperativo. En La distinción y La reproducción[5], Bourdieu demostraría que esta clase no sólo domina por medios económicos o jurídicos; sino que lo hace por su capacidad de definir qué saber es válido, qué lenguaje es prestigioso, y qué comportamiento es aceptable.

En síntesis, la abolición de la servidumbre no marca el fin del dominio feudal como convención, sino su transformación; el antiguo siervo ahora es ciudadano, pero aún vinculado al territorio, tanto por leyes como por una subjetividad moldeada como cultura; que como su identidad, se convierte en el instrumento de control más efectivo, con la supresión de su personalidad. La clase media, cuyo origen se rastrea hasta la maquinaria administrativa carolingia, se erige como gestora de esta transición; no es una clase revolucionaria ni aristocrática, sino el operador simbólico del poder moderno.

Esta genealogía de la clase media no trataría de deslegitimar sus logros, sino comprender su función política; que determinando la estructura de dominación moderna, encontraría su origen en el autoritarismo medieval. No se trataría entonces de un fenómeno moderno, sino propiamente medieval, que retiene en esto su carácter; en crisis, al ser sobrepasado en esta función infraestructural suya por la realidad, en constante desarrollo.



[1] . G. Duby, Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo. Madrid: Taurus, 1980.

[2] . Weber, M. (1922). Wirtschaft und Gesellschaft. Tübingen: Mohr

[3] . M.  Foucault, Surveiller et punir. Naissance de la prison. Paris : Gallimard, 1975. //  Sécurité, territoire, population. Cours au Collège de France (1977–1978). Paris: Seuil-Gallimard.

[4] . E. Kant, crítica de la razón práctica.

[5] . Bourdieu, P. (1979). La Distinction. Critique sociale du jugement. Paris: Minuit, 1979.// Con J. C.Passeron, La Reproduction. Éléments pour une théorie du système d’enseignement. Paris: Minuit, 1992.

 

 

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