El problema de Jesús
Al problema de Jesús se puede aplicar la paradoja de la de Dios, pues en
definitiva es una proyección suya; y como en su caso entonces, es que las
personas definan su propia existencia por la suya, lo que le otorga consistencia.
Es decir, con independencia de que esa existencia de Dios —o de Jesús como
Dios— tenga valor propio, ya lo tiene siquiera como convencional; al existir en
sí mismo, como una referencia para esa definición existencial de lo humano, y
con ello incidir en su determinación de la cultura como realidad.
Por tanto, puede decirse que la apoteosis del pensamiento moderno comienza
a perfilarse con la patrística; como tradición centrada en la comprensión de la
figura de Jesús, reconfigurando con ello la cosmología occidental. Dentro aún
de la patrística, el apogeo ocurriría con el planteamiento del cisma arriano
antes de su culminación; que ocurriría con San Agustín, continuando esa apoteosis,
para la configuración definitiva de esa nueva cosmología.
Es de ahí que el cristianismo adquiere esa filiación idealista, de referencia
platónica, con el dogmatismo agustinita;
que en tanto convención, va a establecer las referencias existenciales de la
cultura, ya en tanto cristiana. El problema suscitado desde entonces, es la
indistinción entre la realidad en cuanto humana y en cuanto tal; y que
subsistiría como problema, hasta la falsa solución de Carlos Marx, que la
plantea como respectivamente histórica y prehistórica.
Esa solución de Marx es falsa, porque no se ocupa nunca de una comprensión
de la realidad en cuanto tal; sino que se dedica por entero a la de la misma en
cuanto humana, y por ende restringida a sus determinaciones formales. Eso en
principio es natural, ya que él mismo culmina la tradición del Idealismo
moderno, luego del absolutismo hegeliano; pero desconoce sus propias
intuiciones primeras acerca del carácter indeterminado de la realidad, como lo
plantea en su tesis sobre Demócrito y Epicuro.
Ver en YouTube |
Ver en Kindle |
A saber, el problema de las naturalezas de Jesús es entonces el de los
estados superpuestos de la realidad; que como trascendente, sólo ha venido a
comprenderse —y esto muy relativamente— a la altura del siglo XX; con las contradicciones
de la mecánica cuántica sobre la física clásica, que en tanto aparentes tienen
entonces una consistencia formal. Como problema de la trascendencia, el error
es entonces comprenderla unívocamente, como propia de lo real; ya que es ahí
donde no se diferencia el valor funcional de la realidad concreta a que se
refiere, si es a la misma en cuanto tal o en cuanto humana.
Seja o primeiro a comentar
Post a Comment