Del caso Alcántara y el MSI
La diferencia entre el MSI y la disidencia tradicional sería la naturaleza
popular, que la lleva a ese cuestionamiento; al que actualmente sólo se equipara
el esfuerzo de grupos como la Umpacu, y antes sólo Osvaldo Payá y Laura Pollán.
Quizás Fernando Velázquez Medina, del antiguo Criterio Alternativo, fuera
excesivo al cuestionar al MSI su conocimiento de la historia de esa disidencia;
pero también es cierta la candidez del MSI, por la que repite —siquiera
cerrando el círculo— ese esfuerzo, en otra subida de Sísifo.
En realidad, la disidencia en Cuba carece de ascendiente popular, y eso es lo
que explica la ingenuidad del MSI; que desconociendo su propia singularidad,
todavía puede ser atrapado por los vicios elitistas de la disidencia
tradicional. Esa es la razón de que el movimiento disidente no sea creíble en
Cuba, salvo sus esplendorosas y ya mentadas excepciones; en una crisis recurrente,
que revienta en el caso evidente del caso Alcántara, y la impotencia que demostró.
El problema no está en el elitismo, pues toda clase especial genera sus
propios intereses y a ellos se atiene; el problema está en las pretensiones de
representación de ese elitismo, que se yergue con la misma ineficacia de toda
clase política. Ese problema es el que reluce con sus prácticas de ostracismo y
marginación, lógicas al gobierno al que se oponen pero no a ellos; y que
estando a la vista del común, son la causa de la poca credibilidad, por la que
tan poco pueden hacer, como que tampoco les interesa.
El MSI debería aprender esta lección, y apostar por el pueblo, desde la misma
ingenuidad que Anamely Ramos; no confiar tanto en una tradición que siempre
juega al estatus quo, porque vive alrededor de esos intereses, que son propios
y no del pueblo que dice representar. Esta carrera se parece a la de la misma
revolución por apartarse de la figura nociva de Fidel Castro, que el M-13-3
perdió frente al M-26-7; esta vez la nocividad proviene de ese elitismo, que se
vuelca del intelectualismo a la política postrevolucionaria con no menos ominosidad.
Conscientes o no, los llamados a la falsa unidad repiten los comportamientos del actual gobierno cubano; y en ello denuncian la naturaleza de ese elitismo, que sigue siendo pernicioso en sus pretensiones políticas y culturales. La alegación de suprematismo moral no es menos hipócrita en esta disidencia y exilio, ni le hace menos daño; el chantaje político de dentro de la disidencia todo y fuera de la disidencia nada, no es menos vulgar ni terrorífico.
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