La culpa del tio Tom
No hay dudas de que la esclavitud era un tema contencioso, pero como
subproducto de las otras contradicciones; no por un valor propio, como esa
cuestión moral que se sobrepone a la cuestión de tarifas o la expansión en
Nuevo México. Por supuesto, ninguna línea ideológica o moral es tan clara como los
principios en que se sustenta; pero no deja de ser por ello mismo el borde de
una abstracción, no menos convencional que esos principios.
En efecto, histórico o no, el sacrificio de Cristo fue traducido a la
lógica racional para la fundación de Occidente; pero con ello adquirió también
el lastre de las convenciones culturales en que surgió esa lógica racional. De
ahí el vuelco retórico de San Pablo, cuando lo describe como locura para los
gentiles, sólo significando su trascendencia; una punta de velo lanzada al
aire, que tomaron al vuelo los místicos cristianos, corrompiéndole el sentido
de profunda inmanencia.
De ahí también, entonces, la perennidad del sacrificio del Cristo, que se actualiza en la perpetuidad de Occidente; en esa incomprensión de este sentido profundo de una inmanencia de Dios, tan absoluta como su trascendencia. Es un arrebato de claridad el que lleva a Beecher Stowe a reconocer en Tom la persona sufrida de Jesús Cristo; y es esa misma claridad la que motiva el rechazo de su contra parte, que negada a poner la otra mejilla, se indigna de que le exijan mansedumbre.
Sólo que esa contra parte es también el Occidente cristiano, que se rebela
ante la inconsistencia de la prédica; y postulando un inmanentismo absoluto,
que desconoce la trascendencia de Dios, apuesta por el enfrentamiento. Ni uno
ni otro son negros o han pensado en los negros como negros, a los que sólo
utilizan, blandiéndoselos entre sí; igual que el negro que toma parte en ese
conflicto ajeno, y se asume bandera de ese ejército, que también lo ha
arrastrado fuera del África.
Seja o primeiro a comentar
Post a Comment