Esta inconsistencia económica de la clase media, sería lo
que se exprese políticamente, como su insuficiencia; comenzando por las mismas
revoluciones europeas, comenzadas todas en esa contradicción de su emergencia como
clase. Primero, la frustración de la revolución de Cromwell en Inglaterra,
contra una aristocracia que evoluciona a burguesía; y luego en Francia, empujando
a esta aristocracia hacia la clase media —y no a la burguesía— por el
absolutismo monárquico.
Incluso en el caso francés, en que el absolutismo fuerza a
la aristocracia a esa fusión, esta será todavía insuficiente; en un arco de
tiempo, que va de la marcha de las pescaderas en 1789 al derrocamiento del rey
Felipe en 1848; atravesando la convulsa contracción, expansión y vuelta
expansiva del período napoleónico, hasta la revolución de 1848. Aquí, como
curiosidad, la revolución germánica ni siquiera responde a esa emergencia de
una clase media propia; como repercusión de las contradicciones francesas, pero
mimética más que como réplica directa del conflicto.

La prueba de esto último estaría en la superficialidad
del conflicto, disuelto con unos pocos ajustes reformistas; comparado con el
alcance cataclísmico, que tiene —no ya el período napoleónico sino la mera
revolución de 1789— en Haití. Esto mostraría que las contradicciones políticas europeas
son estructurales, pero por esa emergencia de la clase media; no una tensión dialéctica
entre la burguesía y el proletariado, sino una tricotomía, introducida por esa
emergencia de esta clase; que alcanza su apoteosis en un desarrollo propio, y
así se resuelve históricamente como una tensión trialéctica, no dialéctica.
De ese modo, al menos en principio, esto sería lo que
estanque el desarrollo a la altura de la postmodernidad; con la estabilización
del conflicto, en esa dicotomía entre la burguesía y el proletariado, mediado
por la clase media. Sin embargo, esa estabilidad crítica —que sólo actualiza el
pacto de Westafalia—, deviene en un espacio de desarrollo; similar en eso a la
crítica integración germánica en la estructura imperial, ahora de la
marginalidad etnogámica africana.

La marginalidad etnogámica africana, se refiere al núcleo
formado por la reubicación de diversas etnias africanas; que aunque trasladadas
por la fuerza al llamado nuevo mundo, sufre una restructuración cultural
suficiente; debida justo a su marginalidad política, que condiciona su
integración, como la germánica en la estructura imperial romana. Este proceso
sería etnogámico, al crear referencias histórico culturales propias, al margen
de la estructura que integra; a la que eventualmente sobrepasa, como aquella
germánica a la romana, con el colapso de esta en su insuficiencia.
Lo importante, como en aquella transición contractiva al
Medioevo, sería la insuficiencia de la estructura occidental; por la que
Occidente sobrepasa su propia capacidad de asimilación, con un desarrollo de
alcance cataclísmico. Como en aquel caso, el conflicto aquí ocurre en los
bordes de la expansión imperial, con las contradicciones norteamericanas; que en
este caso son internos, por la marginalidad política de esta formación, y exponen
esa debilidad de la estructura europea; en la voracidad de su crecimiento
económico, que como el fenicio en Micenas facilita esta derivación progresiva.
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Hay que recordar que el efecto de aquella expansión
fenicia, habría sido el debilitamiento de la estructura política; fortaleciendo
las burguesías locales, hasta el desarrollo —bien que excepcional— de fenómenos
como la democracia ateniense. Aquí, el concepto de democracia griega es muy
genérico, y desdibuja la excepcionalidad de su desarrollo político; que no se
expande a un fenómeno tan griego como la ateniense, en Esparta y la misma
Micenas, con sus monarquías clásicas.
Ilustrativamente, en los mismos Estados Unidos, fuera de
esa emergencia negra ya no existe un proletariado; pues ha sido disuelto en la
especialización profesional y tecnológica, desde la que condiciona a esa misma emergencia
negra. El conflicto se reduce entonces al de clase media —postulada como
popular— en su distorsión política, como ideología; contra la burguesía del
capitalismo corporativo, como enemigo directo de esa clase media, por su
interés en los medios de producción.
En ese conflicto, el proletariado queda disuelto, en subordinación
—por su dependencia económica— a esa clase media; con lo que esta condiciona esa
emergencia negra, pero sin que pueda evitar su desarrollo, más allá de este
condicionamiento. Esto se daría como una progresiva consistencia política de
esa emergencia negra, desde esa misma contradicción; por la que desarrolla los
recursos hermenéuticos para una reflexión existencial, así singular y propia
como política.
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