Thursday, March 21, 2013

The manchurian candidate



Está claro que Yohani Sánchez parece ser la solución del problema cubano, la cuestión es la solución de quién ni para qué; sólo se sabe que ha conseguido eclipsar con su retórica la gravedad del caso Payá Sardiñas, con una oportuna liberación que aún hay que ver en qué se revierte. Las verdades suelen ser dudosas pero pulsan el botón de alerta de la intuición, y avisan que todo no está tan claro como parece; que bien vale la pena poner las cosas en perspectiva y desconfiar un poco, sobre todo si la ecuación contempla un jugador que no es de fiar. Por ejemplo, a estas alturas es innegable que la relación entre Cuba y Estados Unidos es de connivencia; que ni a Cuba le interesa recuperar la base naval de Guantánamo ni a los Estados Unidos que ocurra un cambio de gobierno, y eso es un ejemplo. Eso no es el problema sino lo natural en las esferas de la política real, que excede al vulgo al que manipula; el problema es cuando esta connivencia se presta a diseñar un futuro por encima de las necesidades de ese vulgo al que manipula.

La gira arrolladora de Yohani Sánchez debería levantar más de una ceja, por lo que tiene de burda manipulación desde el principio; y no es que el problema cubano no haya estado sujeto antes a esta manipulación, que siempre lo estuvo y eso es ya una triste tradición; es que nunca como ahora se han conjugado tantas circunstancias entre extrañas y obvias, como para dar al traste con toda esperanza de una solución verdadera. Hasta ahora la misma mezquindad de las pretensiones ha mantenido el statu quo, en un forcejeo sin solución; pero ahora, con la inflación artificial y desproporcionada de una de las partes, parece inevitable el movimiento en una dirección nefasta por lo que tiene de vicio en sus procedimientos.
Primero, la inusitada gira de disidentes por el mundo sugiere alguna jugada de engaño del gobierno cubano; pero muy especialmente la de Yohani Sánchez por los Estados Unidos, con ese olor de instituciones que habla de una sospechosa predisposición hacia su figura. Ya desde los primeros premios se percibía esa exageración espuria y mediática, que además se dirige hacia el exterior como un mercado más promisorio; sin que nadie se pregunte si esa apatía del pueblo cubano —el afectado— no se deba tanto al miedo como a la experiencia, que le hace escoger de un mal obvio el presente. Un error típico de toda oposición en Cuba —excepto el Movimiento Cristiano Liberación— ha sido ignorar al pueblo y erigirse directamente como contendiente contra el gobierno, con lo que no ha tenido ni siquiera la oportunidad de legitimarse; el caso de Yohani es más profundo y retorcido, va más allá de la oposición al gobierno y se concentra en una proyección internacional que desconoce doblemente al único que importa.

La terca insistencia de una élite dizque intelectual y artística revelaría cuánto de egoísmo elitista y mezquino hay envuelto ahí; junto a una retórica mínima y banal, que aún hoy cuesta elevar a niveles de programa político, a pesar de este  fogueo de los últimos días. El pueblo cubano, como pueblo al fin, está en vísperas de ser nuevamente traicionado; pero los Estados Unidos también están en vísperas de otra jugada torpe en estos predios de su patio trasero malamente intervenido; porque una vez derrumbada la coerción del actual gobierno cubano, estas élites ficticias le mostrarán de lo que son capaces en su incapacidad. Lo malo es que para entonces de nada le habrá valido al pueblo cubano ni el sufrimiento de su prudente reticencia, porque —como en aquel Tratado de París— no cuenta; y aquella posibilidad modesta y persistente del Proyecto Varela fallece disminuida ante esta alegre prepotencia que nos caracteriza.

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