Friday, March 3, 2017

Get out!

Justo a tono con las últimas polémicas de la cultura cubana en el exilio, Estados Unidos estrena con éxito Get Out; una película de horror, que parodiando la racionalidad liberal de Guess who is coming to diner, se atreve a una metáfora retorcida como la realidad que representa. La película es sorprendente por varios detalles, y el primero es la serie de clichés en que se resuelve como cine del género; pero más asombroso es ese aire de parodia medio cómica, por el que sin embargo no pierde ni un gramo de horror ni dramatismo. Lo paródico es tal que las escenas llegan a hacerse predecibles, sin que —como ya se dijo— pierdan impacto por ello; pero en conjunto tal parece como hecho a propósito, en una espeie de tratamiento de farsa, que con ello pone el énfasis en su sarcasmo. Obviamente, en su momento Guess who… fue una propuesta atrevida justo en su racionalidad; con esa ingenuidad de cuando el liberalismo era liberal y se enfrentaba abiertamente al conservadurismo tradicional de la cultura. Hoy día esa película es ingenua y aburrida, no sólo por esa racionalidad ineficiente, sino hasta por el descafeinamiento en general; del que ya mucha gente ha llamado la atención, con ese ícono ideológico de Sidney Poitier, tan inofensivo como Barack Obama o Alden Knigth en Cuba.

Eso no debería ser peyorativo, es esa gente —como el buttler de la película con ese nombre— la que sienta la avanzada del progreso; justo por su capacidad de conciliación, como el espacio neutro que se necesita para negociar, que es de lo que se trata luego de la agresividad militante. Pero nada de eso lo hay en Get Out, que con su estilo de freak es una mirada dura sobre la realidad de la integración racial; y de cierto, si la película no hubiera acudido a tanto cliché, es muy probable que hubiera diluido su dramaturgia poderosa. En Get Out, de lo que se trata es de la vida vicaria del liberalismo blanco, que zombifica la vitalidad negra que envidia; en un momento de la película se argumenta esa dialéctica tan retorcida, por la que —por ejemplo— Elvis Presley se apropiara de la tradición musical negra norteamericana. Eso es un ejemplo, que no por lo radical será exagerado, ni acude al reivindicacionismo o al discurso ideológico; pero lo cierto es que con un par de saltos a las figuras más absurdas, este cineasta nos recuerda que la realidad es más compleja de lo que muestra.

Es difícil explicar ese proceso sin adelantar una trama que bien vale la pena descubrir en las dosis en que se suministra; pero se puede recordar que el arte tiene una facultad reflexiva, por la que funciona como un realismo efectivo justo en sus propuestas más burdas. Get Out nos muestra también la madurez de una cultura como la norteamericana, que puede darse el lujo de asomarse a su propio espejo sin complejos; cuenta con los recursos para ello en su propia densidad histórica, a diferencia de esa debilidad intrínseca por la que lo cubano sólo se sostiene en el abuso. Técnicamente la película es decente, con una buena fotografía, que recrea los clichés dramáticos en el personaje protagónico; una banda sonora que contribuye al ambiente de horror, con algo de sinfonía salpicada de picardía infantil. Las actuaciones, como el resto, buenas sin ser glamorosas, pero tendiendo al buen arte; lo mejor sigue siendo el guión, con esa dramaturgia que reserva el espanto para sui alcance intelectual sin gastarlo en las escenas horrorosas.

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