Tuesday, April 28, 2020

El imaginario homosexual en José Lezama Lima (Extracto)


Extracto, tomado de Diván de Lezama Lima
La homosexualidad en la literatura de Lezama Lima ya ha sido tratada por la crítica, pero en el sentido anecdótico; es decir, más como propio de la misma sexualidad del autor que como valor o recurso estético Esto se debería a que la crítica desconoce el atributo principal de esa literatura, en tanto reflexión estética; y relativo por tanto y la idoneidad del imaginario usado para su comprensión, distinto de cualquier afán discursivo.
La literatura de Lezama Lima no es normalmente comprendida por la crítica, que la reduce a lo anecdótico; en un desarrollo natural de la novelística cubana, como tradición en que la de Lezama Lima es extraña, porque tiene otro origen. Lezama Lima no es un narrador en sentido estricto, y por eso sus objetos y recursos son originales y distintos; arrancando más de la tradición modernista, y con ello del alcance reflexivo propio de la poesía (analógico); que hasta en eso es original y extraño, ya que no responde a la linealidad racional a que se habría reducido esa literatura moderna, incluso en su poesía.
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En ese sentido, la primera variación es esa reducción del poder reflexivo de la imagen a su capacidad discursiva; que es en lo que la literatura moderna se recrea en lo histórico y lo anecdótico, como contraste de la función premoderna de la literatura. Lezama proviene de la tradición modernista de la literatura, incluso si fuertemente influenciado por la vanguardia europea; de ahí la prosa alambicada, más fácil de justificar en lo barroco que en esa función reflexiva propia, que es incomprensible en su extrapositividad.
Está claro no obstante que el uso de ese imaginario sólo es posible por la sensibilidad del autor para el mismo; y que igualmente su comprensión y receptividad, estaría también condicionada a esta sensibilidad. Formada esta a su vez, aunque no únicamente, a partir de la propia sexualidad, como un recurso intelectual para el conocimiento de las cosas; en el caso específico de Lezama Lima, la trascendencia del ser como objeto propio, lo fuerza a extraer valores epistémicos a la representación.
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De hecho, la presión cultural habría condicionado la formación de un imaginario propio de la homosexualidad; que recurriendo a subterfugios como la ambigüedad, creando un vasto campo de conflictos dramáticos, susceptibles de representación. En el caso de Lezama Lima, el problema sería más complejo, dado que la crítica se desinteresa de ese alcance (teleológico) de su imaginario; por lo que quedaría sin otro sentido que el valor inmediato de la anécdota, vinculada al problema de la transgresión sexual, ya vasto e intenso. 
Este imaginario habría permitido a Lezama el desarrollo de su tesis, que es ontológica; precisamente con el desarrollo de una drama existencial, justo cuando esa crítica no tiene interés en lo ontológico como objeto reflexivo. El vigor de ese imaginario en Lezama Lima no tiene precedentes, y se remonta a los principios de la mitología como comprensión del Cosmos; que son gnoseológicos, acudiendo normalmente a la sexualidad para la representación de sus funciones. 
Que la metafísica clásica sea más o menos consistente, o que no lo sea en absoluto, es en esto irrelevante; existe como un objeto de conocimiento, y sólo Lezama Lima ha logrado una reflexión adecuada para ello, en tanto estética. Antes, hasta el apogeo del cristianismo católico, fue la forma habitual de comprender el mundo como tal; pero con la dificultad de que nunca se postuló como una mera representación cognitiva, sino que siempre lo hizo como una doctrina, políticamente convencional e incluso de alcances morales.
De ese modo, Lezama sería el primer contemporáneo en postular una reflexión estética eficaz sobre la realidad; organizando las comprensiones tradicionales sobre lo trascendente, sin condicionarlo con el principio de la necesidad, que es política. La eficacia del recurso resaltaría en su contraste con el único precedente de ese esfuerzo, que sería Herman Hesse; con una apoteosis en su novela El juego de abalorios, en la que la realidad es abstraída a la tensión entre sus aspectos inmanente y trascendente, que es política como existencial. 

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