Sunday, April 26, 2020

Res cantábile


Hace mucho que la vanguardia ya no es vanguardia, y el surrealismo tiene un canon espeso aunque intangible; no importa, nunca pretendió ni siquiera la racionalidad, así que poco puede hacerle la contradicción. Eso sí, su amor por la forma no fue el de su trascendencia ni su alcance, sino el de su inmanencia; lo que es legítimo, porque la forma es algo en sí, en ello tiene su consistencia, y también su belleza, que ya es la belleza.

No obstante, hay que reconocerlo, poco se salva de una debacle que se postula canónica y exige cultos; porque es ahí donde se deslegitima, como cuando se quiso contestar al barroco y se le abarrocó en el rococó. Nada de eso es visible, pues ocurre dentro de los muros altos de la academia, como del convento los crímenes de los monjes; afuera el pueblo baila sus propias seguidillas y entona sus propias romanzas, perfectamente ignorados por el señorío.

Como una voz maravillosa en el coro que salta los muros del convento, el surrealismo canónico a veces regala joyas; que es de lo que se trata cuando se habla de Pablo de Cuba Soria, y en específico de este pequeño poemario armado, Res cantábile. Cuidado todavía, pues es exagerado hablar de surrealismo al hablar de Pablo de Cuba Soria; pues aunque de ahí provenga está muy lejos en el tiempo, y no lo hace desde la experiencia sino desde el canon; lo que probablemente explique la extraña belleza de sus versos, como oro sentido de lo lírico.

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Lo lírico en esta poesía es muy inteligente y no sentimental, esa es la diferencia y no es poca; se trata de una urdimbre inteligente, en que la imagen es ríspida pero consigue colocar el verso, justo por esa rispidez. No se trata de palabras ni texturas, sino de orden dramático y sintaxis, que él no conseguirá explicar jamás; pero no por lo inefable, o porque eso inefable no es exaltación sino un sentido profundo de lo que decir o no.

La poesía de Soria es tan formal como la del más acérrimo modernistas, sean estos franceses o latinos; no hay que buscar contenidos espesos, sino rupturas que buscan justifican innecesaria en un discurso. Para entenderlo hay que buscar la brújula de Octavio Paz, descubriendo que Picasso exalta la forma al destruirla; en esa paradoja —buscada por todos los surrealistas— alimenta esta poesía su valor, que pocos consiguen; él mismo se llena de referencias tan innecesarias como su discurso, temeroso o incomprensivo de su poder de dios.

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