Digresiones de lo negro en Cuba II
Sólo que en el caso haitiano, el elemento masón
alcanzaría a distorsionar esta capacidad de la religiosidad vudú; torciéndolo
en esa emergencia, para mantener la misma tensión occidental contra la cultura,
como política. Eso lo demostrarían las tempranas crisis de la república de
Boyer, conduciendo al país al entramado norteamericano; mientras —con menos
suerte— la reluctancia imperial de Desalines a Christopher, preparaba la
alternativa negrista de Duvalier.
Eso quizás se deba a la fundación tardía del abakuá
(1830),como alternativa social del negro cubano en su precariedad; no atractivo
—en esta naturaleza popular— al ilustracionismo masón, que en Cuba es
afrancesado pero no francés. La iniciativa corre así por cuenta de la
ilustración negra —no la blanca—, que puede hacer sus adecuaciones y
condicionamientos; creando su emergencia en la realidad crítica de sus propias
diatribas, como un universo referencial propio y singular.
Esta es la dinámica tras la doblez política de la cultura
cubana, más que el racismo del Capitán General O’Donnell; porque más allá de su
estrategia puntual, el racismo cubano es mimético, propio de su burguesía
pronorteamericana. La Negritud cubana, con su dificultad peculiar, tiene así el
excepcionalismo de su propia naturaleza cultural como política; que le permite
cerrar el ciclo de la Modernidad, en una síntesis de sus determinaciones trico
y no dicotómicas, como trialéctica.
A esta base real de lo inmanente, sería a lo que se
refiera esa contradicción de Morúa y Gómez, como dialéctica; que es eficiente,
pero en la medida en que se da como el tercer elemento (trialéctico) en esa
determinación, como transhistórico. El gesto inaugural —en tanto negro— correrá
por cuenta de Gómez, garantizando que la igualdad no significa africanización.
El problema es que eso se ha enfrentado sólo desde una
perspectiva política de la historia, que excluye lo cultural; dando lugar a las
contradicciones patentes de esa expresión política, que no recoge el carácter
mestizo de la cultura. De ahí que el proceso de negrización haya sido
subrepticio, dándose en el espacio propio de la clase popular; con la
preservación del cosmos —epistémico existencial— de la cultura negra, justo esa
marginalidad política de lo abakuá.
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